Nuevos puentes extendidos
sobre caminos de tundras y cactus
traían rodando los toneles
donde maceraban nuestra cepa/
Los racimos eran nuestros dedos,
mágicos dioses unidos por la uva/
Tenían el color de veinte copas de tiempo
cuando volvíamos con los ojos gastados
de la piedra vertical,
donde corre su potencia el río
con arteros canales sudando agua y
la transparencia invadiendo nuestra piel/
Rompimos el viejo tabú de la espina
y su herida con el rito dorado del trigal germinado,
saltamos los cercos de altos limites
y bajo el árbol de los siglos
penetramos el misterio de la copula/
En sus blancas grietas la huella del amor
lentamente tejía saliva en sigilo/
Yo veía el temblor en tus labios de codicia y
con un trémulo rayo partido en los míos
saciabad tu sed en mi boca de ocal embebida.
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