Recuerdo acariciar tu silencio mientras dormías,
susurrarle a tu oído calmo cuanto te amaba,
mirar con perspectiva de horizonte tu negra cabellera
oteando tu reposo en la almohada dibujabas estrías.
Verte integra de cuerpo y hombros desnudos
como la carnal manzana mordida a dentelladas.
Forma sinuosa, perfectas curvas bellas
de pera preñada estirando su vientre de cornisa.
Oler tu piel aromosa
con la hidalguía del pino y su llameante trementina
y por tus cejas caminar el topacio de rosa púrpura
vestido en los largos brazos de la foresta
con lentejuelas de aire y agua, de lluvia repentina.
Pero desde que tus pies partieron en arribo
de mi puerta como ola bravía
me he quedado sin tu destino.
El espejo de tu rostro se ha crispado en
botella rota en mi memoria
legándome un insomnio de melancolía.
Hoy mi tinta de arteria se diluye bajo
el agua de la gotera gris del techo,
como hueco irreparable de colosal cráter.
Opto por el día y no la noche,
para que la cama me halle alerta
y aun vestido…