La Esgrimista y mi Habitación
La Habana, 2 de Mayo del 2008, Instituto Superior de Cultura Física Manuel Fajardo. Santa Catalina y Boyeros. La Habana
Solitario y vacío, sin aliento, desierto estoy. Me pongo a escribir en mi habitación. Estos tiempos en que vivimos son para escribir y meditar, no así para estar solo, el mundo está puesto patas para arriba: violencias, guerras, egoísmo, traición, enfermedades y otro montón de cosas difíciles de enumerar, y no hay perdón ni misericordia, nada más que fuego vivo para matar, pólvora para cocinar la humanidad, odio por odio entre el prójimo; nos ponemos de acuerdo o donde iremos a parar. Conversamos o desaparecemos.
Mientras tanto yo describo triste y solo en mi cuarto mi cuarto. El árbol verde y grande que con sus ramas casi tocan mi ventana, donde duermen las palomas y los pitirres, esos que cada mañana al amanecer me anuncian la llegada de un nuevo y maravilloso día; esas pequeñas aves que como un reloj me cantan para que despierte y me enamore de esta vida que me da tantos golpes bajos y que yo no sé ripostarle por que la quiero tanto .
Un poco más al frente está La gran Mariposa: Histórica y Romántica, la que parece que va a alzarse para volar en busca de aquella mujer a quien yo una vez en esa misma sala deportiva le describía la vida de ilusión y dolor en un poema que se titula: A MI NO SE ME A MUERTO LA ESPERANZA.
Mi habitación es una habitación sola, una litera que por las noches, solo en las noches siente mi calor, una enorme fila de libros que han vivido junto a mi por más de 12 años, los cuales ya son parte de mi historia de coleccionista y de esas cosas bellas que llevan dentro, esos textos que leo y releo y mientras más lo hago siento que no sé nada.
Que tristeza con estos libros, me han costado tanto que con seguridad cuando tenga que abandonar este inmundo cuarto tendré que donarlos o regalarlos, pues no se cual será mi otro destino, son libros que ya me han contado tantas cosas y que no se tampoco desprenderme de ellos. Mis zapatos son los mismos que desde hace mucho tiempo, también me acompañan y cuentan una larga historia, los que me esperan para caminar de un lado al otro, para entrenarme cuando puedo, violando las reglas más elementales del entrenamiento deportivo.
En mi habitación tengo algunas camisas y pantalones, unos por allá, otros por acá, en percheros y tirados como quiera, y no tengo nada más. Ahora poseo para alegrar mi vida las fotos de mi esgrimista; quién lo diría aquella niña que ame un día, hoy nuevamente después de 29 años me hace compañía con sus fotos en un cuarto solo y triste que da ganas de llorar.
La esgrimista, en sus fotos luce hermosa y delicada, es brillante como una estrella, siempre lo fue aunque se fuera a volar por otros cielos ignorando el mío que estaba tan cerca de su alma, pobre cielo mío nublado y oscuro, ella tuvo también la luz de verme y alejarse.
Hoy, no sé, si continua como la veo, con esa personalidad sujeta al respeto y a la admiración de todos, tampoco sé si sabrá que conservo los mismos defectos de cuando nos conocimos en 1981(5ta Ave. y 184,Playa,La Habana), fuimos tan rebeldes y yo tan loco que nunca pudimos conversar y mucho menos encontrar su mirada de color caramelo, tierna y dulce como la encuentro ahora mismo en este cuarto solo y triste donde vivo hoy.
Ni la esgrimista ni mi habitación lloran, dejan que sea yo el que llore. Yo lo hago sentidamente porque la atleta me lo permite, aunque la habitación se moleste, además que importa si ella me tiene preso en este rincón, a cientos de kilómetros de quien más deseo, condenado por no sé qué deuda histórica con la esgrimista.
La esgrimista y mi cuarto me acompañan en los peores días de mi condena. Esto es una reprobación que esta vida me impone luego de haber jodido tanto y haber dado tantos tumbos por este Caimán de las Antillas.
Esto es más que eso, un suplicio que aceptaré por última vez antes de irme,a donde?, desconosco, pero tengo FE, aunque soledad y distancia, son frases que matan a la esgrimista de los ojos color caramelo y a él morador de esta pobre habitación. Hay de mí y de este triste cuarto que sostiene los retratos de mi esgrimista. El polvo de Santa catalina y Boyeros cubre las fotos de la esgrimista y la mesa de escribir, yo me dejo llevar de la melancólica letra musical de Andrea Bocelli no dejándome morir de de dolor...
Al fin comprendo mi ánimo contra tantas fotos de la esgrimista y la habitación: La esgrimista que siempre me mantuvo a distancia, hoy también me tiene lejos, solo y condenado en una habitación sin saber cómo poder salir, ni cuál es mi pecado mortal para pedir perdón.
Osmar Mariño Rodríguez