Yo fui la frontera
donde detuviste tus labios,
el libre forjador de alas
que abrió las puertas de tus brazos,
al aire libre de tu vuelo.
La llave de tu cerrada puerta
que abrió tu magnetismo.
El árbol donde forjaste tu mirada.
El agua entre tus dedos de manantial
en la marea de mi pecho,
en la camisa sudada.
Pero hoy no me hallo
en la distancia del teléfono.
Tu voz se enreda en los cables
cuando estiras la longitud mínima,
hasta la aguas transoceánicas
de bajeles corsarios y suicidas.
Te alejó la confusión del horizonte
al caerte en una nube de flama,
te perdiste en tus gravedades
a la hora de las verdades,
cuando armaste tu paso de retirada
se consumió el último filamento
de llama malgastada
en estufas de leña y disminuida flama.
Volviste a la enmascarada distancia
del teléfono cuando tu voz ya era ajena.
Ahora vete ya de mis recuerdos.
hasta que extirpe el dolor en mi pecho
y sepulte los sueños,
en el cementerio de fugaces momentos.