A nuestros pies unidos de ensamblada playa
rozó la ola su estirpe de copa azul,
la mágica espuma declinó su batalla en ofrenda,
mientras...
a la lejanía,
el vertical arrecife descargaba tu figura de tul liberada.
El mar comía las majestades de la arena
y la terca pureza del salitre nutria tus raíces de arteria.
Coaguladas nuestras manos de lazo
donde el ramo del jazmín compartía su sed de hogar,
e inclinó sus espiras de humo a tu alma dorada del fuego.
Entró la luz
con su afán de boina protagónica
y la hora del sol descargó sus naranjas aristas
al tiempo que los gemelos astros
hacían espacio a la luna de reflejo y
migraba su regocijo níveo a tu boca de plena sonrisa y albo.
La piedra extrajo sus vivos metales,
el recuerdo amplió su desnuda perla blanca y
el triunfo rodaba al aire en tus labios de suspiro.
El lejano otoño de atabal
retomó su sonido de ritual música,
la lira rasgó su cuerda de dulce sonar y
en las hinchadas curvas de las gigantes caracolas
desfiló mi oído el paso del armónico Vals.
Los pájaros del cristal afilaron su tiento en nuestros labios,
el aroma del pino declaró sus verdades y
la trementina rodeó los bordes de rúbrica.
Hasta que el beso desplegó su abanico de silencio y
le fraguamos el rumor de nuestras bocas de cresta roja.