Amor, el tiempo irá cubriendo de nieve
nuestras laderas y
la aridez se esparcirá en los piélagos.
Las goteras de la vida querrán marchitarnos.
La pluma que escribe el tiempo
y raya las superficies nos marcará de huellas.
La azada que cavó la senda nuestra,
tomará la pala tapadora con sus manos vegetales.
Pero juntos iremos
con la lealtad de la hacienda,
al tiempo del racimo maduro
en los volúmenes del cuerpo diminuto.
La ávida boca insaciable por callar nuestra presencia
tendrá que usar mordaza de polvo llovido,
porque los naranjos
seguirán pintando el día
y la tierra sabrá de la uva cobriza
enterrada por nuestras manos.
El tiempo se enterará
en el rumor chismoso de los astros
que nuestros colores siguen flameando
en la paleta de sábana celeste.
Dispuestos a trazar el lienzo de ocasos blancos,
bordeando rúbrica de pecas sobre la piel gemela.
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