Tonaste, manojo de lucero por mi boca en desvelo,
con la chispa del rayo naciente tras la alborada.
Traías los pétalos risueños de un atardecer de cristal y
en columna ordenada descendías truenos a mi amada.
Invoco tus Hados, rutilante estrella del cielo,
que invadas de brillo mi mujer angelical,
baja a mis manos una lezna de construcción
para moldear su momento de desvelo en alegría.
Cuéntame tu visión nodriza en modo especial,
aunque lo hagas de un norte presuroso sin cercanía
en mis oídos retumbarán lentejuelas en fricción.
Incorpórame en tu derrotero. De ti lucero tu hablar.
En la alta hoja acústica mi espera ha de pernoctar y
mientras miro al cielo disfruto mi amada en pedestal.