Ramas y árboles se agitan
en la intemperie de la ventana,
como una marea tempestuosa
que arremolina voces que gritan.
Como todos los vientos
que vienen a golpear los cristales,
sus pómulos tienen el color del ropaje
con que se viste tu sangre.
Hay pájaros temblantes sobre tu vientre y
por todo el cuerpo calor de fogosas corolas
que mis palmas sienten.
Por mi boca hablan las aves con melódico trino
Cuando a tu país de pechos lo voy cercando y
mientras los gallos del alba arman su canto
voy libando tu dieta de manzanos.
En tanto el cuerpo estalla por dentro
y el continente de mis márgenes
intenta suspirar por tu boca,
mas los labios alpinistas se anclan
en el pico de los montes.
Este es su hombre pronuncia la gaviota
que emerge del crepúsculo.
Es vano que te tape el horizonte
porque llevo tus ojos en las páginas de mi memoria
y te voy amando desde las cúspides
hasta los aromas planetarios grabados en tus manos.
El amanecer le devuelve a tu rostro de agua serena
una vela con frescor de almendras.
Yo te voy nombrando reina al imperio del alabastro y
te honro en la noche cuando los labios recuerdan.
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