El gran invento de los audífonos digitales

Mucha gente piensa en grandes y fastuosas empresas cuando se hace la pregunta de "¿cuánto ha avanzado la humanidad?" El descubrimiento de América, la revolución industrial y la tecnología del vapor, el coche, la cámara fotográfica, el cine, la llegada del hombre a la luna... sin embargo, pocos se dan cuenta de que, eclipsados por tamañas hazañas, hay una serie de avances que son incluso más importantes. Tan importantes que, de hecho, pocos nos paramos a pensar en ellos; al fin y al cabo, son ya un hecho cotidiano. Es el ejemplo de las gafas y, bueno, de lo que nos ocupa: los audífonos digitales.

De hecho, "digital" es una palabra muy del siglo XXI, muy de la era de la hiperveloz evolución tecnológica y el auge de las telecomunicaciones gracias al nacimiento de Internet. Estamos en una era en la que el hombre ya no es nada sin sus aparatos electrónicos. Eso, por supuesto, puede engendrar muchas situaciones de dependencia obviamente negativas, pero, en su lado bueno, es capaz de facilitarle la vida a muchas personas que realmente lo necesitan. Así nacen los audífonos digitales, con todas las ventajas que su creación trae con sigo.

No veo conveniente ponerme a describir con todo lujo de detalles el complejo sistema de funcionamiento de los audífonos digitales, pero baste con decir que se valen de un micro que recoge las ondas de sonido y las amplifica para pasarlas, a la postre, por el altavoz que da directamente al conducto auditivo. Las personas que sufren de sordera han llegado a describir sus efectos como "un milagro", y no es para menos: pasar de escuchar el mundo en la distancia a volver a formar parte de él tiene que ser una experiencia memorable.

Como este, hay otros muchos inventos que son aparentes minucias; sin embargo, ellos son la base de todo.