Silencio de enero,
voz muda de luna.
Callan ramas del tiempo
que en ti dormían,
fibras del madero,
-horas minutos y fracciones-
zonas criadas desde la cuna.
Me educaste en los detalles de tu boca,
en los gestos del crepúsculo que en ti florecían
en glicinas exprimidas
de racimos de uvas en copa.
El trigo primaveral en mi renacía
como un sonoro caudal de ríos
que por los brazos juntan su cofradía y
en las manos del agua se mecen.
Como los frescos besos que dejaste en mi frente
cayendo a mi boca como fruto ceremonial.
Ese enero hubo algarabía en mi espalda.
Tórridos huracanes de mañana,
los pómulos del viento matinal
nos soplaban al acantilado de rocas.
En un templo de fragancia
y compartidos aromas.
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