Callada te adormeces
en la hoja de mis brazos,
entre dos cerros bostezando.
sobre la copa de alerces.
De pronto amaneces tibia
mujer amada,
te despojas del silencio,
entras al fuego de esfera límpida
que moldean mis manos
oceánicas y
ágil te vistes como gota de cascada,
en vertical dulzura te plasmas cuando
giras en los molinos del crepúsculo entrante.
Fecunda enamorada…
Me someto a tu boca serena
donde se despojan voces de antiguas caracolas
del tiempo femino ancestral.
Entre un bosque de nereidas y
entre las más bellas rosas
tú eres la única rosa que mi mirada anhela.
Navegante del presente…
La ternura es el remo de tus manos
que gesta compañía de flores nuevas.
Hilvanas la luz que nutre la huerta
y mueren las sombras en eterna espera,
quemando los paralelos infinitos
donde la nova baja a la greda.
incitando olas de inmensas mareas
al salvaje mástil de mis instintos.
En esa corriente abrazadora
descubro nuevas hebras
de tu cabellera emergidas,
se arman en collar de blancas manos
en redor de mi cuello
como un vuelo de roca y arena
conviviendo en la voz de la noche.
Hay un estupor de explosiva arteria
en el vértice de tu escote,
se dibuja la perpendicular rama
en su camino de abra.
Ah, verdes cerros casi plegados
por aguas subterráneas,
suben brotando de la tierra
a tu pecho…
Ay, tu pecho,
laurel en mis pupilas de esperanza.
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