Huy...como duelen!!

Fecha: 11/11/2013 15:39:12
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Recuerdo el sufrimiento que padecí desde muy chico, intensos dolores de muela. No había comenzado la escuela primaria que ya soportaba esos dolores.

Mis padres solían llevarme al dentista más cercano pero, pese al tratamiento que me daban, los dolores no desaparecían. "Y eso que solo son de leche" solía decir mi madre.

Cambiamos de dentista, me llevaron a un "especialista" en el sindicato Correos y Telecomunicaciones, donde pertenecía mi padre. Allí me indicaron un nuevo tratamiento pero…los intensos dolores de muela no desaparecían.

El nuevo profesional les indicó a mis padres la realización de radiografías para entender el porqué de la neuralgia constante. Nada diferente revelaron las mismas y los dolores nunca desaparecían, solo algún alivio temporario y nada más.

Un buen día, amanecí algo sobresaltado.

Mi barrio era un loteo recientemente realizado en el cual la gente, poco a poco, habiendo adquirido su terrenito (como mis padres) comenzaban lentamente a construir.

Para ese entonces, un antiguo vecino del lugar había instalado un pequeño corralón de

materiales -Don Fernández- y, con su carro y caballo, realizaba la entrega a domicilio del

material solicitado. Arena, ladrillo, cal y cemento. Y permitía el pago del mismo en en cuotas mensuales, lo que facilitaba a las familias trabajadoras, construir su vivienda.

Nuestra familia tenía un pariente de nombre Alfonso, que era Tío de mi abuelo materno, el español, que vivía en San Miguel, provincia de Buenos Aires, en el barrio conocido como "Cabaña Santa Brígida", hete aquí que, entre Don Fernández y el Tío Alfonso, existía un parecido increíble, tal es así que continuamente formaba parte de mis sueños hasta que un día ocurrió lo inimaginable: soñé con Don Fernández.

En mi sueño, Don Fernández, se me aparecía vestido de blanco, un blanco refulgente y me decía: "yo te voy a curar el dolor".

Como siempre, al otro día le cuento el sueño a mi mamá, quien me definió como "delirante".

Como ya era habitual, Don Fernández, pasaba con su carro y caballo, retornando a su casa después de hacer las entregas domiciliarias de sus pedidos y, obligadamente, tenía que pasar por la puerta de nuestra casa.

Me quedé toda la mañana, hasta que lo vi venir. Rápidamente llamé a mi madre para que le preguntara.

Al llegar a la puerta mi madre le preguntó: "Don Fernández, disculpe que le haga una pregunta…usted ¿sabe curar el dolor de muelas?".

Cuál fue el asombro de mi mamá cuando Don Fernández le contestó: "Si Lidia, curo con palabras".

Lo demás ya se lo imaginan, nunca más me dolieron las muelas, aún "cayéndoseme a pedazos" hasta el día de hoy.







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