No te amo por ser hija del agua,
ni por tu cintura esbelta moldeada
donde vistes tus enaguas de crisálida,
ni por tus senos de hembra,
glorioso don de amantada.
Te amo por tu mirada de ámbar
y la ostra fatal que te envuelve,
eres como un sol que gira en mi mañana
de espiralada senda y
entre sus hélices te disuelves
cual preciosas lluvias que a la tierra embarazan.
Te amo porque eres enigma de cascabeles,
collares de lociones
como los duraznos de tus manos,
calado racimo de diez uvas célebres
que en mi boca saben a dulce naranjo.
Antes que te ocupara la soledad
anduvo mi boca en residencia pasajera
más no hallé ninguna hebra
volátil como tus alas color de ambo.
Vano y breve fue el paso fugaz
por territorios de piélagos enterrados.
Hoy ocupas el final de mi palabra
que concluye en amor.
En eco la repito hasta hallarla dentro tuyo
para que mas que míos sean propios tus verbos
tañendo salomas en mis versos.
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