Me estremezco
en los lúgubres pasillos
de la noche,
donde ululan
viejas voces
sus rumores
crepitantes a mi oído/
La explosión del latido
resuena en mis extremidades,
las venas crujen
en el velar del espejismo
cuando la luna
se hace diminuta
a mi penumbra.
Mis labios callan verdades
para no delatar atrocidades.
El corazón duele
hasta el clavo de los huesos y
en un grito repentino
la piel es cáscara en deshollejo.
Transito las cuerdas
de delgados caminos
sin nombres,
entre una selva de felinos
de mandíbulas incruentas.
En los trámites del recado
se fracturan las epístolas/
En las coyunturas de mi poesía
plagio lo horrendo de mi vida.
Desvelo eterno al anochecer
cuando la piedra se echa a dormir,
en las chimeneas del tejado
maúllan como amos los gatos y
al alba hallan su porvenir.
Tropiezos de mi vida…
Y yo,
yo solo un mudo abejorro
encarcelado entre barreras
donde siempre tropiezo
la misma piedra.
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