En los rotos cristales del espejismo
se alzan voces fantasmas que se esconden
en placares disfrazados.
Encojen el espacio hasta la ulcera del abismo.
Andan con ampulosa discreción
de paso aletargado.
En la cumbre de altos edificios
se distinguen como prohombres, cuando
bajan a las calles son signos sin pronunciación.
Transitan las cuevas del fino mármol
persignando su furor,
mojarse en agua bendita
es solo rito del aguacero
que se arrodilla al madero con apático amor.
En pantallas de humo se camuflan esos "actores"
que pretenden canjear setecientas mil horas
en la negra función de la transacción,
ser absueltos arrepentidos
al minuto previo con gloria y
que la cabeza se conserve como fermento.
Pero la gelides de sus acciones
se funde en la espera del designio,
lavan sus pies moribundos hasta la transparencia.
Oscuridad tangible,
esas plantas pisaron el mismo barro
donde encubrían el alimento los gusanos y
en su diminuta conciencia son sátrapas con lamento.
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