Entre los flecos de la noche
estremecidos deseos crepitantes
llegaron con tu forma,
ese espejismo de deseo
que abre luz en la penumbra.
Venia acompañada
de curvas y horizontes,
de miradas cómplices
que ululaban en mis mandíbulas
tensas.
Me rozó hasta el grito de la carne,
la libido del hueso
tecleó todos los bemoles
que preceden al trance del amor.
Me perdí en el camino de su follaje
que lloraba del techo a la tierra,
me dio un beso afortunado
en la coyuntura de mis labios.
Ella sabía de mi interna explosión,
la que brincaría el movimiento bestial
en el continente de su belleza.
Hubo mutuo fuego de anclaje y
en los arsenales
nos hicimos pólvora terrenal
de azufre, obús de gatillo animal/
En una acrobacia de figuras ensambladas
usamos sus muslos de riqueza
drenando los cuerpos el brebaje y
al horizonte del aire y sus panales
le descolgamos anclas desarrancadas
forcejeando sus nudos con entereza.
Ella es sueño sin hora,
alma que no tranca la tarde,
y yo,
la noche de gola que comienza a cantarle/
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