La electrónica está a punto de dominar del todo nuestras vidas, si es que no o ha hecho ya. Si bien nuestra vida actual es mucho más cómoda gracias a la utilización de máquinas, ya sean televisores, ordenadores o teléfonos móviles, bien sabemos todos que una avería en un momento inoportuno puede hacer de esa comodidad la peor de las incomodidades y puede causarnos una irritación no demasiado conveniente en nuestro día a día de sociedad occidental. El avance tecnológico es inevitable y necesario, además de bueno para nuestra salud; pero un mantenimiento adecuado también es necesario para que podamos ser capaces de alabar el uso de toda esa maquinaria. Por eso existe la gestión de mantenimiento.
Cuando una persona pronuncia la palabra "técnico", erróneamente suele asociar el término a un concepto un tanto desprestigiado. Pero un técnico no es un obrero; un técnico es un mago de los cables y un prestidigitador de la electricidad. Un técnico no es un albañil (con todos mis respetos a la profesión) que se limita a unir bloques de hormigón con cemento, sino que tiene que estar capacitado y cien por cien cualificado para llevar a cabo una gestión de mantenimiento como es debido; ya sea de un televisor o de cualquiera de los aparatos que hemos nombrado.
Por eso, existen a lo largo y ancho de la red empresas especializadas en la gestión de mantenimiento. Negocios de personas que, conscientes de lo necesaria que es la tecnología en la vida actual pero de lo difícil que es procurar que sigan funcionando, dedican todos sus conocimientos a intentar que sea así. Buscan, en resumidas cuentas, estar ahí cuando la pantalla de un portátil se apague o sea necesario hacerle una revisión a un teléfono móvil para averiguar por qué ya no se enciende. Y pueden creerme: es mucho más barato que comprarse uno nuevo si tiene solución.