El esbelto viento
trae el nombre de tu cuerpo,
la luna baja en tu cabello
filamentos dorados de Febo.
La brisa es el aroma de tu alma
trasladada en la facilidad del agua
en el caudal eterno de tus venas.
Fluye el tiempo en tu armónica silueta,
semejan troncos estáticos
lentejuelas brillantes de enebro
urdiéndose con frondas de belleza/
Más nada supera tu brillo libela,
ni el reflejo del vidrioso lago
traído de lejanos continentes.
El rumbo de tu risa apacible
es melodía en mis pabellones.
El equilibrio de mis arterias
está en las vastas aguas
de tu mercurio purpura liviano.
En las rosas labiales cargadas del
vergel de tórridas pasionarias/
Voy midiendo la longitud de tu rostro
guiado por mi tacto de ciego lázaro.
Me encamina la fragancia de tu aliento.
Oscuro habitáculo,
ahí escondes el lazo de la palabra,
la tempestad del silencio/
Habito diario ciego.
Hallo la omisión de tus secretos
en las hendijas de tu piel. Me disperso
con mi morro pleno en contacto y
lentamente
como el maíz me desgrano
en el ritual de tus belfos/
Hay una muda lucha de félidos
y en ese mutismo me desangro
cuando tras las eternas montañas
las campanas del bronce siguen repicando
sudarios gélidos a las brazas con
melodía de hirvientes cuchillazos y
nocturnas sonatinas de enamorados/.
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