Toca mi boca
con sus labios
frecuentes y me besa,
en ese beso
aprendo a reconocer
mi propio beso.
Rozarte con la palma
es conocer mi propia piel y
plagarte de belfos
es dispersar la niebla
que fija la razón/
.
Libremos los sentimientos
al culmine instante
donde trepamos en dúo
la cúspide del clímax.
Que las bocas inhalen
filamentos de aire entre las sombras,
porque este derrotero
es sonido que preludia al fuego,
en goterones de densa flama
que abarcan todos los contornos
de nuestra roja hidrografía/
Sangre que hierve
en la colina de las glándulas,
vapor que se instala
en el cruce de las espadas
que orbitan nuestros pechos,
donde el riachuelo arde en la brasa/
.
Mientras resistimos la madrugada
en el fragor que se vierten
nuevos truenos con rayos de asombro,
aguardando al alba con dedos de juego,
ludismo genital,
inédito gemido flagrante/
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