Siempre nos hemos empeñado en hablar de que la sociedad ha ido evolucionando a pasos gigantescos. Ahora tenemos servicios que nunca antes imaginamos que tendríamos porque eran ideas impensables; ahora, con su aparición, todo se ha transformado y se supone que para bien. Lo que me extraña es que en pleno siglo XXI, aún con una sociedad en constante crecimiento, haya personas que se encuentran en desigualdad de condiciones que el resto. Si estamos tan avanzados, se supone que debería haber cabida para todos de forma igualitaria. Dicho de otro modo, si estamos tan avanzados, ¿por qué unos entran en juego y otros no pueden? Porque en este caso no es que no quieran, es que no pueden porque la sociedad no está preparada para ellos.
No sé si ya saben por dónde van los tiros, pero por si os queda alguna duda, hablo de las personas con discapacidad. Aquellas que sufren pérdida de audición, aquellas otras con dificultades visuales o incluso minusválidos. ¿Acaso no habéis entrado alguna vez a un supermercado de difícil acceso incluso para ancianos sin pensar en la idea de que alguien minusválido no podría entrar en él? ¿Y cuando hay una situación de emergencia en la que se avisa mediante señales sonoras, ¿cómo van a oírlas las personas con hipoacusia o sordera?
Esto es algo en lo que llevo pensando bastante tiempo, entre otras cosas porque soy consciente de que realmente la sociedad no está tan avanzada como la mayoría piensa. Hoy, gracias a los smartphones (para eso sí nos ha valido el desarrollo tecnológico-social), a Telefónica, a la FESOCA y a los servicios de emergencia del 112 Catalunya, las personas que necesitan audífonos para poder oír pueden avisar al Centro de Atención y Gestión de Llamadas de Urgencia 112 en casos de emergencia.
Estas son precisamente las alternativas a las que habría que aspirar para que de una vez y por todas, todos los ciudadanos del mundo se sientan iguales.