Todo el mundo es un friki de algo. No, no me estoy refiriendo a ese término en su significado antiguo de "monstruo circense" ni de "monstruo" en general; me refiero a la nueva acepción, tan extendida en nuestros tiempos: la de aficionado apasionado a algo; es decir, a una afición en particular. Hay aficiones que son normales entre estos nuevos frikis, como los cómics o los videojuegos y ni qué decir ya de la animación japonesa; pero luego están también los que lo son de cosas que la mayoría de gente no comprende, como los sellos, las conchas marinas o... los hornos.
Sí, amigos, hay algo en el funcionamiento de la maquinaria industrial gastronómica que me fascina; y sobre todo en los hornos. Cuando voy a una pizzería, y si consigo reunir el valor suficiente, le pregunto a la camarera o camarero cómo funciona el horno pizza; cuando me apalanco en cualquier otro restaurante y voy al lavabo, intento atisbar con disimulo cuál es la marca y la forma del horno brasa que estén utilizando. Así es mi vida: me gusta el cine, la lectura, la música y las artes en general; pero nada de lo que haya leído, escuchado o visto me ha llegado a apasionar tanto como un simple horno.
Esto lo digo totalmente en serio, aunque sea difícil de creer. He ido ya a muchísimos restaurantesno solo para degustar la comida, sobre todo si es carne, sino también para intentar saber más cosas de mi afición por excelencia; sobre la cual, por cierto, he leído muchos libros. Además, como una cosa lleva a la otra, mi afición también me ha permitido conocer nombres como Charcoal Oven, Kings buffet, Josper... y no fabrican hornos, precisamente, pero sí son imprescindibles para, sin ir más lejos, restaurantes asiáticos. Yo soy feliz así, no voy a mentir.