Hoy ha sucedido algo tan extraño que todavía estoy sobreexcitado; en serio, no puedo concentrarme en nada, ni siquiera en relajarme: lo único que me viene a la cabeza es el episodio de hoy. Ya lo cuento: siempre he sido algo así como "uno más" en mi empresa; me avergüenza un poco reconocer que soy el típico trabajador sometido a un jefe un tanto dictatorial que impone respeto y miedo a partes iguales; vamos, el típico jefe al que no quieres faltarle al respeto ni contradecirlo de ninguna de las maneras. Pues bien, ese jefe, que nunca me había visto bien, que solo me encargaba informes y de vez en cuando un café, hoy me ha dicho que voy a acompañarlo como ayudante en una reunión con clientes muy importantes.
¿Se imaginan? ¡Yo! ¡Y no otro! Tuve el valor de preguntarle, con mucha educación, que por qué yo; y aunque se notó que no le hizo demasiada gracia el atrevimiento, me dijo que "de todos los palurdos que hay en la empresa yo era el menos malo, porque era eficiente". Créanme: viniendo de él eso es un cumplido. Ahora, me ha pedido que organice yo todo lo referente al lugar de la reunión y me ha especificado que lo que quiere es algún restaurante en Torrejón (que es donde trabajo, por cierto). Nunca antes había necesitado hacer esto de buscar restaurantes en mi trabajo, pero ahora mismo lo hago incluso gratis. Bueno, es que lo voy a hacer gratis.
Porque una nimiedad como esa, la de buscar buenos emplazamientos y visualizar web para una comida de empresas en Torrejón, es el primer escalón hacia el ascenso; y la comida en sí son muchos más escalones. Si consigo impresionar a mi jefe ganaré puntos, y aquí, es decir, en mi empresa, ya no seré nunca más el último mono.