No hay cifra apta para
enumerar el aurora de tu alma,
ni encerrarte en hojas de versos
en el inmenso idioma
que transitan tus suspiros.
Tus notas de violines,
acuarela de risa.
Es un epinicio creado
En la cadencia nocturna
de tu imagen
donde la sombra posa humillada...
Solo puedo musitar
a tu oído que de tanto amarte
hallé la asonada de pinos
en el motín que
en mi corazón provocaste.
Es fútil pelear con una hoja
el universo de tus montículos.
No alcanza el hacha ni el cuchillo
a cortar la vastedad de tus
promontorios oblicuos.
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