Solo tu ardiente corazón
es edén de mis campos.
El sol no quiere venir
a nuestros estrados
pero trozaremos su aguja
de escorpión hasta
que muestre sus aristas/
.
El viento responde en panorama y
se inserta en nuestras liras de eco.
Libelas de reposo.
Ruiseñores de canto fuentecino,
claros reposan nuestros besos
de tacto/
En el surco rural repica tu imagen
y se puebla de sonoras pecas.
Las espuelas del asalto en el los corceles.
Yo vivo con tu presencia de trazo,
Hoja mía dibujada en hembra,
la noche no quiere mirar
la lengua quemada de tu hombre/
no hay más paraísos en mi gloria
que tu mirar otea hasta la sombra
ni más bufandas que tu abrazo
en las venas de mi cuello donde siembras
crepúsculos de flecha
en mis inviernos de letargo.
Tu eres el reloj de arena,
el arpa que diluye humos de mi ocaso.
el abonado terreno de mis arterias
que llevan tu nombre en la turbulencia de la tormenta/
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