La claridad estalla
en tus ojos de luna.
Mujer trabajada
en el cuerpo de la arcilla/
Del sabor a la uva
atrapas la ágil harina
en tu rostro blanquecino/
Eres el instante amarillo cruzándose
en mi piel ámbar.
La begonia que irradia claridad
en tu alma de anémona clara/
Derrumbamos atalayas de piedra,
árboles que acopiaban diluvios,
abrimos la palabra en significado
para que el silencio despeñe
sus estáticas esfinges
antes que se incorpore en nuestros labios.
En las tramas de telaraña aclaramos
ternuras indivisibles/
En la hidrografía del agua desbocada
sostuvimos la muralla de la vida
que compartimos.
Engullimos machacados frutos,
nos bebimos los hilos de la sangre
desbarrando a nuestros oídos
el vetusto repique de olvidados campanarios.
Allende al firmamento
conservamos claveles de montañas,
hilos de nuestra morada
un infinito collar de aliento,
el espacio del astro dejó sus breviarios
para festejar tus días y tus noches
bajo el tejar de lumínicas estelas
Tempestad del racimo,
eres la única uva en mi descorche,
bebo el viento de tu boca
en tus labios de seda
Desde tus raíces somnolientas
hasta la dulce breva
que inunda tu rosada copa/
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