Un cuerpo vacío
de alma en eco
repite su ególatra nombre
arrasada en su desvelo
maquilla el tiempo
frente al espejo.
Distancia de viejos tiempos
venciendo la lozanía en su rostro.
Se mira con perplejidad
bajo el cuello
donde adulaban nobeles grillos,
agitaba hoja la ventisca
con frescor en la pupila.
Era el tiempo alegre
de la sangre con bríos.
Nobeles pájaros pican
la piel en su ola de frio y
la hora se resume breve
en el temblor de dientes que rilan.
La tormenta se apagó en la vena
cual la añeja playa de arena
caminando su ribera.
Dentro del cuerpo maúllan gatos
en rito satánico,
por la ventana entra viento
que sigue erosionando lo bello.
La juventud ya es un recuerdo
casi una novela en biblioteca
que empolva su pelo
de colorida manteca.
Entre el antes y el después
hay una feroz guerra,
un combate de cristales
de cara al vidrio
que no proyecta lozano reflejo.
Su corazón de intemperie
es viento cobarde
que repele los pliegues de los años.
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