Hacía tiempo que no visitaba un restaurante tan impresionante... En serio, era fantástico en todo: relación calidad-precio, ambiente y decoración, carta amplia y abundante, servicio al cliente impecable, baños limpios y aromáticos, música en directo...; me parece que no le faltaba nada de nada. Esa noche acabé alegre; no solo por eso, sino porque me había metido en el cuerpo algunas cervezas de más y además de risueño estaba charlatán. Por eso, me atreví a ponerme a charlar con el camarero cuando le llevé la cuenta y me dio por preguntarle cómo había llegado a tener un negocio tan impecable como aquel. Porque, encima, era el dueño.
Él se rió y pareció bastante receptivo, así que se puso a explicarme cómo lo ideó, lo levantó, en quiénes confió para la elaboración del menú, etc. Y así, hasta que llegó a algo que me sorprendió mucho: me dijo que, un día, todos los miembros del futuro restaurante se reunieron para decidir cómo serían los talonarios de comandas. ¿En serio? Ah, para los que no lo sepan, estoy hablando de las libretas que los camareros usan para anotar los pedidos y esas cosas. ¿Realmente no bastaba con pedir unas cuántas libretas en el súper? Al parecer, no; porque, según me dijo el señor dueño, el talonario de camarero no es único en su especie, y los hay incluso en rollos térmicos, papel electra y todo tipo de formatos. Y claro, él quiere "lo mejor en su negocio, incluido eso".
La conversación se detuvo en el tema de las comandas para restaurantes, en vista de lo mucho que me había fascinado el asunto. Me dijo que estaban los talonarios de 10X15, al menos en la tienda en la que los encargó, y que esos eran más o menos los típicos; vamos, los que parecen blogs rectangulares bastante pequeños y manejables. Y así seguimos hasta que me fui.