Lo que toque en suerte

Categoría: Tagu
Fecha: 06/10/2011 09:36:07
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Todos los humanos tenemos suerte. La podemos tener en distintos grados o estamentos, buena, mala, pésima o peor. De lo que estoy segura es que cuando nos fabricaron a todos nos la dieron. Claro, fue en suerte lo que nos tocó a cada uno. La mucha, poca, buena o mala suerte recibida en origen, es lo que marca nuestros caminos, lo que signa y sella nuestra vida. Según el azar que nos lo dió, lo que se nos dió marcará nuestra fortuna o infortunio.

La suerte opera en grupos y subgrupos bien diferenciados, a los que no siempre se puede detectar a simple vista.

Está el grupo de los que nacen con estrellas. A estos seres es a los que la suerte les sonríe, son aquellos a los que todo les sale bien por que les sale, por que va de suyo, por que es así. Algunos ejemplos de seres que integran este grupo son: aquellos a los que el viento no despeina. O aquellos que cuando salen de su casa deja de llover. O bien se desata un diluvio cuando llegan a ella. O aquellos que se sientan en el asiento del colectivo en el que estuviste parada una hora, inmediatamente después que decidiste correrte.

Está el grupo de los estrellados, seres que están designados y encadenados a la mala suerte, Son los que la mala suerte sigue y persigue. Son los que por más que se esfuercen no logran alcanzar el objetivo. A este grupo la suerte no le sonríe sino que se le ríe en la cara con carcajadas estentóreas. Algunos ejemplos de estos seres perseguidos por el infortunio son: aquellos que corren para llegar a hacer un trámite y ven como el seguridad le cierra la puerta en su propia cara. O aquellos que corren para alcanzar un colectivo que está parado, y cuando casi llegan y están por subir, el semáforo se pone en verde y se quedan abajo. O aquellos que van a comprar algo a un negocio y el comprador que estaba delante de ellos se lleva el ultimo kilo de eso que iban a buscar.

Está el grupo de los variables, de suerte errática, a veces estrellas y otras estrellados, nada en ellos es permanente ni constante. Van de aquí para allá sin rumbo fijo y con suerte inconstante. Son los seres a los que la suerte ignora, no se ocupa de ellos ni para bien, ni para mal. Ellos están librados a una suerte insegura que puede ser mucha o poca, mala o buena. Lo seguro y a veces alentador, es su inconstancia suertística.

También hay un cuarto grupo, que no tiene contacto ni similitudes con ninguno de los anteriores. Este es un grupo, sí, de riesgo, Está compuesto por esos seres que tientan a la suerte, la provocan, le presentan batalla y esperan con estoicismo su primer golpe, se burlan de ella y hasta le sacan la lengua. Tal vez sean seres muy valientes que siempre están al borde, esos seres que necesitan adrenalina como elemento vital. Son los que no temen al peligro, o tal vez lo desconozcan.

Ellos viven en un vértigo diario, viven en un riesgo constante y permanente. Viven al límite, en el borde entre la vida y la muerte, y hasta a veces tienen un pie de cada lado. Lo peor es que desoyen cualquier advertencia. Ellos son así, para eso han sido construídos, son los desafiantes provocadores de la suerte. En este grupo podríamos incluír a: aquellos que fuman relajadamente poniéndole nafta al auto con un bidón. O los que quieren avivar el fuego echándole querosene y dejando después la lata cerca, por las dudas . Los mismos que tocan algo eléctrico con metal, o enchufan miles de artefactos en un sólo enchufe con enésima cantidad de triples.

Pero el ejemplo más emblemático, más representativo, más icónico de este grupo de riesgosos seres desafiantes de la suerte fue el de un chico que vi desde el colectivo. Él iba muy feliz en su ciclomotor, el que estaba un tanto... ¿Como decirlo? ¿Averiado? Pero gracias a su ingenio y su ausencia de temeridad, funcionando a la perfección, porque había reemplazado el tanque de nafta por un bidón que llevaba entre sus pies. Que solvencia, que temple, que ... Sí, yo pensé lo mismo, pero no lo quise poner porque me parecía que iba a quedar un poco guarango.

En fin, como diría mi Tía Elsa, este chico si que es un flor de zapallo con ojos y más que mameluco.

Besooo.






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