Todo pasa en su presencia, ante su atenta vigilancia. Nada dice con palabras. Sólo mira, y guarda el secreto de mis intentos y mis consiguientes fracasos. Ella es la indiscutida protagonista, la causante de mi efímera y desdichada frustración. Es la que castiga mis errores, los vanos intentos, denegándome el acceso.
Aunque siendo honesta conmigo misma, en realidad ella nada puede hacer ante mi torpeza. Por más que lo intente y se esmere. Simplemente cumple con su función, con la razón de su existencia, la razón para la cual ha sido creada y pensada. Entonces lo pienso, lo evalúo y concluyo: No es ella, soy yo.
No puedo mentirme más, ni seguir engañándome. La llave y la cerradura funcionan bien, el problema lo tengo yo que nunca pongo la llave correcta. Ni del lado que va. Al igual que los números, las invierto. Pongo la llave de entrada al edificio en la de la entrada del departamento. Eso sí, después de varios intentos logro darme cuenta. Entonces pongo la correcta, lástima que al revés.
Intenté memorizar que es lo que va para arriba y lo que va para abajo. Pero al momento de abrir es como que me invade un blanco bloqueador y no sé si lo que va para arriba es la marca o el Industria Argentina. Es algo que se me complica, me altera, me saca de mi eje.
Las cerraduras y llaves, no son lo único que se me complica. También están los candados, pasadores, y cierres de ventanas. Estos son temas para mí complicados, tengo una incapacidad natural para operar con ellas. Tal vez se deba a que estos nobles herrajes cerratorios tengan mecanismos muy sutiles y perfectos para mi.
De lo que estoy segura es que lo exacto no tiene lugar en mi cerebro, por más que haga intentos denodados por acomodarlo. Lo reconozco, lo asumo y hago de esto un mea culpa.
Besooo.
Que tengan un muy buen fin de semana largo