Preguntas asaltan mi mente, pero las respuestas están en rebeldía, no llegan a mí. Por más que las busque, no las imagino. Ni siquiera tengo una sombra de presunción, ni un atisbo de sospecha. Sólo hay en su derredor un halo de misterio que genera, al ritmo que tendría una pujante industria, preguntas y más preguntas, incógnitas y enigmas.
Sólo dudas e incertidumbre constituyen mi sólida certeza, mi base de partida, mi plataforma de investigación. Sólo eso es mi certeza, además de ese porque que taladra mi mente y no la deja descansar. Muy por el contrario, la inquieta, la hostiga, la provoca. No permite que se rinda hasta encontrar una solución, o una respuesta que colme sus altas expectativas.
En algún punto todos nos hemos hecho la pregunta, esa pregunta. Conocemos sólo una parte y desconocemos la otra. Es como mirar con un solo ojo, no tenemos todo el panorama, falta algo importante, falta la profundidad. Aunque pensándolo bien, no todos desconocemos la totalidad, habrá quien o quienes la conocen íntegramente. Ellos sí saben, donde, cuando, como y porque.
Si tan sólo nos lo dijeran, o al menos nos dieran una pista… Podríamos completar la escena, eso sería como ver con los dos ojos, como tener la totalidad del todo, como tener el final del libro. Como tener su destino escrito y ver como terminan, donde y porque.
Lo cierto y definitivo es que desconocemos, quizás se tengan presunciones, pero no certezas, acerca de donde van a parar los mails o los SMS que no llegan. Y no me estoy refiriendo a esos mensajes "que no llegan". Esos que nos juran y perjuran que jamás llegaron, mientras vemos crecer la nariz de nuestro interlocutor destinatario, cual Pinocho por la mentirita que nos esta diciendo.
No, me refiero a esos que realmente no llegan, los que se pierden en el camino. Ese camino que desconocemos donde se encuentra, esa ruta secreta que sólo toman algunos mensajes aleatoriamente y sin saber muy bien porque. Esa tangente desconocida que toman los mails o SMS que se niegan a ser leídos por un destinatario, o que se niegan a comunicarnos, o se empeñan en mantenernos aislados.
Tal vez al igual que los objetos perdidos ellos también tengan un paraíso de mails o SMS perdidos, o renegados, o felices rebeldes. Tal vez sea el destino el que interviene, el que los envía a personas que no tienen quien les escriba para alegrarles el día o darles en que pensar por un rato, ocupando su tiempo. Tal vez, la respuesta más real y menos mágica, sea que las compañías tienen ciertas falencias técnicas que hacen que se produzca una falla que nos saca del aire. Y a veces nos deja sin aire, desconectados, incomunicados, en ascuas. Y esperando una respuesta que nunca llegará porque nunca llegó la pregunta.
Y aquí estoy, con una brecha tecnológica que se amplia y profundiza día a día. Confundiéndome y dejándome con más preguntas que respuestas, como siempre.
Besooo.
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