Kotty Menendez.
Corriendo por dentro del imponente monte Berlingo, Jan huía del Clok. La tormenta sacudía a su ser con brutas caricias de vientos y un relámpago de chispas hizo que el oscuro temor le apretase fuerte el pecho. El sudor caía de a chorros por su rostro y su mente en blanco no encontraba respuesta para poder contrarrestar las ambiciones de un ser tan maligno e idóneo. Por un momento sintió la esperanza de salvarse, por otro creyó que ya estaba muerto; pero ninguna de las sensaciones eran reales; pues la vida, ya la había vivido; y la muerte, si bien cerca, aun lo estaba siguiendo.
En la macabra carrera, sintió como las garras aun invisibles del Clok, lo estrangulaban, ellas gruñeron; el recordó, vivió un momento al lado de su inseparable amigo el Orzal, luego se vio a si mismo envuelto en la mas oscura cerrazón y finalmente pasó por su casi muerta cabeza, la vez que Rabita, su novia de los 15, le había hecho una excepcional paja en el club del barrio y una lagrima se le cayó al comprender que con seguridad se encontraba a segundos del ocaso.
¡!!!Trssshhh¡¡¡¡ Algo estalló en el lugar y una línea de autopistas cruzaron por la cabeza de Jan; el dolor en el alma lo estaba matando y su conciencia a pasos retorcidos se acusaba de ya no valer en lo mas mínimo.
Otra vez, Viejas vidas adquiridas en un local de baratijas se entregaban a las fauces de quienes no saben llorar y de quienes están mas allá de cualquier dimensión; quizás solo era un pecado para que Jan recuerde en su nuevo estadío, quizás solo era una falla en el tiempo, en el maldito tiempo… pero eso ¿daba lugar a la muerte?…
Jan sintió su cuello libre, se dio vuelta y una luz ocre lo paso a buscar, sintió como su cuerpo era triturado en muchos pedazos, miró al Clok a los ojos, su cabeza no tuvo capacidad para interpretar tamaña barbaridad, notó al aire mucho mas espeso que de costumbre y muriendo… comprendió que a quienes se les apaga la llama de la vida no los espera el cielo o el infierno.