Todavía no había encontrado a su príncipe azul. A esta altura de su vida, las esperanzas de encontrarlo eran pocas o casi nulas. Ese fin de semana largo estaba sola en la ciudad, no había hecho planes. Eso le dió en que pensar. Y pensó, y meditó, y evaluó su vida, y llegó a una conclusión.
"Hace varios años que estoy sola, no sé realmente si quiero estarlo." La pregunta que seguía era ¿por qué estoy sola o por que quiero estarlo? La respuesta… ¿habría una respuesta? ¿Varias? "¿Será mi responsabilidad, o de los demás? ¿Será que no habrá hombres? ¿Perdí el interés? ¿Será que habrá llegado la persona correcta, no me dí cuenta y lo dejé pasar? ¿Habrá sido esa mi unica oportunidad?" Pensó, y pensó. "No lo sé", se dijo. Miró por la ventana, el día estaba espantoso. Hacía frío, llovía.
"Me quedo en casa , está decidido, ¿donde podría estar mejor?. Además tengo millones de cosas para hacer. Como decía mi abuela: Siempre hay algo para hacer en la casa. Tengo placares que ordenar, alacenas que limpiar…" Pensó lo que había dicho, se rió y dijo "Así es, conmigo la diversión nunca termina."
Sus pensamientos aún no estaban del todo quietos, y esa frase los puso en marcha nuevamente. Eso hizo que afloraran sentimientos que no sabía que tenía. Conscientemente su soledad no le afectaba. Pero al parecer, le afectaba mucho más de lo que ella creía. Surgieron entonces cuentas pendientes, que derivaron en reproches hacia ella misma.
En lugar de acomodar un placard, se encontró acomodando sentimientos, sensaciones, reflexionando y haciendo un balance sobre su vida, con un resultado antipático, que detestó ni bien surgió a la luz, o por lo menos a su luz, que era la que realmente importaba. Fue algo casual, no planeado, una cosa trajo a la otra, y de repente, un hecho sin importancia, una frase dicha al pasar, de casualidad, desencadenó en ella un planteo existencial.
Aunque tal vez esa casualidad no fue tan casual. El fin de semana gris y solitario, trajo a la causalidad de su mano. Se presento ante Cristina y le dijo "Vamos a hacer algo de tu vida."
Inmediatamente una idea se instaló en su mente. Más que una idea era un recuerdo. El recuerdo de "mejores tiempos" tal como ella los calificaba. Y esos recuerdos además de lágrimas de añoranza, amargura y autocompasión, lo trajeron a él.
Ese recuerdo, su recuerdo, vino y se instaló como un deseado huésped. "Fernando", dijo Cristina en voz alta, cambiando sus lágrimas por una enorme sonrisa. "¿Qué habrá sido de su vida? Éramos tan jóvenes, tan felices, nos queríamos tanto. Nuestra inmadurez puso fin a esa bella relación. Nos peleábamos por tonterías, por cosas tan pequeñas e insignificantes."
"Nos reiríamos tanto ahora de cómo éramos entonces. ¡Qué diferente serían las cosas ahora, que distinto actuaría! La experiencia es invalorable, pero a veces llega cuando es demasiado tarde. Llega cuando ya se actuó y las consecuencias están entre nosotros. Llega cuando ya no se puede volver atrás y remediar lo hecho."
El recuerdo de Fernando y los momentos vividos la siguió y persiguió todo el día, y toda la noche. Hasta soñó con él, tal vez era un mensaje, tal vez la vida le estaba enviando una señal que debía buscarlo, tal vez… "Me parece que estoy pasando mucho tiempo sola", se dijo.
Esa mañana, se levantó temprano, no había dormido del todo bien, pero estaba de muy buen humor. Su inconsciente le había planeado una sorpresa, que la dejaría perpleja. Preparó su desayuno, se sentó delante de su computadora, entró en su red social. Y cuando quiso darse cuenta estaba escribiendo el nombre de él en "Buscar Amigos".
"Pero, ¿qué estoy haciendo?" se dijo. "Este sería el acto de una persona desesperada, yo no lo estoy. No soy así, tengo una vida, amigos, familia, un trabajo que adoro. ¿Por qué haría eso? Buscar a un novio que tuve en mi juventud, que en su momento creí el hombre de mi vida, mi príncipe azul."
"Buscar a ese hombre con el que fuí tan feliz, ese hombre que me entendía, que me contuvo como nunca nadie lo hizo. ¿Por qué iba a hacerlo? No me considero un caso perdido. ¿Por qué iba a buscarlo? No sé si esta casado y con 10 hijos, no sé si está en el país, o en el continente o siquiera en este mundo."
Aun planteando todos esos tontos argumentos contra su accionar, Cristina siguió con la búsqueda. Nada la detuvo, ni sus reflexiones desalentadoras, ni su inconsciente contestándole, y rebatiéndole uno a uno todos esos sólidos puntos que planteaba su parte consciente y racional.
"Está bien se dijo, debo admitirlo, estoy sola, no me puedo engañar a mi misma. Y ¿acaso me gusta estar sola? No, no me gusta, lo detesto. Me cansé de fingir que no me importa, que prefiero estar sola que mal acompañada, eso me agotó."
"Tengo que hacer algo, creo que nunca pude sacarme a Fernando de la cabeza ni del corazón. Tengo que tener el valor de hacer este último intento, nada puede ser peor de lo que es ahora. Tengo que contactarlo, tengo que saber que fue de su vida, tengo que saber si el siente lo mismo por mi."
"El buscador de amigos le trajo la foto actual de Fernando. "Está igual" dijo. Su estómago se llenó de miles de mariposas que revoloteaban en circulo, su corazón se aceleró. Sus sentimientos para con él habían estado dormidos por años, pero intactos. "¿Pero que pasará con él? No me importa, el mundo es de los que se arriesgan"
Mientras miraba titilar ese cursor que la invitaba, y la provocaba a escribir tipeó: "Hola Fernando, soy Cristina, ¿te acordás de mí?"
"Ahora a esperar", se dijo. Esperó y esperó. Una hora, dos, tres, cinco. La mañana siguiente le trajo una respuesta. Abrió su red social, su máquina estaba más lenta que nunca. Estaba ansiosa, quería saber que le había respondido Fernando.
"Hola Cristina, ¿Cómo estás? No sabés lo que me acordé de vos todos estos años. Nunca te olvidé, fué tan lindo lo nuestro. Siempre quise contactarte, pero no sé… Que suerte que vos te animaste, siempre fuiste muy valiente. Te paso mi número de teléfono así arreglamos para vernos hoy, ¿te parece?"
Cristina se arriesgó y no terminó sola ese fin de semana largo, ni el siguiente, ni el siguiente. La relación prosperó y continuó. Ese sí era su momento, ambos habían vivido, crecido y madurado. Ahora sí era su tiempo, el tiempo de estar juntos, el tiempo de amar, el tiempo de amarse el uno al otro.