Lo miraba desde su escritorio, lo seguía con la vista de un lado a otro. No se perdía un solo gesto, ni una palabra que proviniera de él. Fue la primera persona a la que vió cuando entró a trabajar allí y de eso habían pasado ya cinco años. El había ingresado un año antes en la empresa. Marcos era una persona muy sociable, simpático, todos en la empresa sabían quien era.
En cambio Marina era muy reservada, sólo se dedicaba a su trabajo y a mirarlo a él. Estaba más que enamorada, si se puede estarlo. Ella se creía invisible para él, insignificante y cuando se enteró de la noticia, el mundo se le vino encima. No podría creer lo que estaba escuchando, ni viviendo.
Pensaba que era un mal sueño, quizás pronto se terminaría, y todo volvería a la normalidad. El haría su vida como siempre, y ella estaría ahí para contemplarlo arrobada, para admirarlo. Para soñar despierta esperando el momento en que él la notara y se enamorara de ella.
No cabía otra posibilidad. Él era para ella, sólo para ella. ¿Como podía ocurrir una cosa así? No tenía el menor sentido, por más que le daba vueltas y vueltas al asunto, no le encontraba explicación. ¿Como no se había percatado justamente ella?. ¿Como no conocía lo suficiente al hombre que era el amor de su vida?
Por eso, cuando el chico que se sentaba junto al escritorio de su "príncipe azul" le dijo que estaban juntando plata para hacerle un regalo de casamiento a Marcos, que se casaba con una chica de contaduría, Marina se sintió morir. Él y sólo él era la razón por la que se levantaba cada mañana.
¿Por qué a él no le pasaba lo mismo? ¿Por qué no la notaría? ¿Por qué no la vió a ella y sí a la chica de contaduría?
Los porqués, los como, se sucedían uno tras otro. Eran hirientes, lacerantes, interminables. ¿Cómo no la eligió a ella? Nadie en el mundo lo amaba ni lo amaría como ella lo amaba. Los otros eran amores efímeros, pero el de ella era real e incondicional. Sería por siempre y para siempre.
Durante el relato de su interlocutor, se producía en Marina una hecatombe incontrolable de sentimientos. En algún momento del sentido y detallado monólogo, ella fue devuelta a la triste realidad.
"Bueno Marina, le decía él con cara de circunstancia, yo sólo quería avisarte, no tenés obligación de poner para el regalo. Después de todo, creo que casi no conocés a Marcos. Ahora que lo pienso, creo que nunca te ví hablando con él, tenés razón en poner esa cara. Discúlpame, fue una mala idea molestarte con ese tema".
Pero la cara que tenía Marina, no era una cara de no querer colaborar con el regalo de un "desconocido". Sino que era una cara de desazón, de tristeza, de sentimientos aniquilados, de amor negado y arrebatado. Se sentía devastada, sin fuerzas, aniquilada, destruída. Sentía como si una bomba hubiera explotado dentro de ella.
Ese día y los subsiguientes, con los correspondientes comentarios y narraciones y los preparativos fueron intolerables, dolorosos. Ella debía ser la protagonista. Siempre lo creyó así, pero no lo era. La situación la desbordó, por lo que tuvo que pedir licencia por enfermedad. Era la primera vez que faltaba a su trabajo en cinco años. "Que ironía", pensó, "no falté nunca para verlo, esta vez tuve que faltar para no verlo".
Poco a poco, se fueron apagando los estertores de la celebrada boda, y todo fue volviendo a la normalidad. Y Marina hizo esfuerzos denodados para volver a la suya. Bueno casi. Marcos, su amor ahora era imposible, inalcanzable, era un hombre casado. Ya no podía ser el protagonista de sus sueños, ni el destinatario de su amor.
Ella trataba de sobrevivir como podía día con día, ponía toda su voluntad, toda su fuerza para salir de esa situación tan terrible. Un día escucho la conversación de dos de sus compañeras.
"¿Te enteraste?", le decía una a la otra con cierto grado de malicia en su voz. "A Marcos lo abandonó la mujer…".
"¿Como? No puede ser", le respondió, "¿Quién te lo dijo? Si, ¿cuánto hace que se casó? ¿Un año? No sé si llegan al año".
"Si", le respondió la portadora de la noticia, "Debe hacer un año más o menos. Parece que ella se fue con un gerente de contaduría, un tipo con cargo. Un escándalo, si no tapan bien el asunto va a tener que renunciar… Ya lo sabe todo el mundo".
Ese comentario reavivó las esperanzas de Marina, sentía nuevamente la sangre corriendo por sus venas, y a su corazón latir con más fuerzas que nunca. Él era nuevamente un hombre libre, debía recuperarlo. "No", pensó Marina, "recuperarlo no, en realidad él nunca fue mío. Debo conquistarlo".
Esas palabras fueron su decreto, su mandato, su designio terrenal, debía cumplirlo, no había otra posibilidad. Y así comenzó a transitar el camino que la llevaría hasta su meta. El primer paso fue que él se enterase de su existencia, luego ser su amiga. Posteriormente la confesión, su valiente confesión.
Y después escuchó la de él, "¿Sabés?, le dijo Marcos, "Vos siempre me gustaste mucho, pero estabas tan ensimismada en tu trabajo, tan en tus cosas, que pensé que ni me registrabas, que ni sabias quien era, no me di cuenta de nada. Por eso no me animé a decir nada, fuí un estúpido".
Al oír esto Marina primero sonrió, y luego rió. "El destino escribió nuestra historia así, ¿qué vamos a hacer Marcos? Lo bueno es que se escribió." Lo miró tiernamente y muy profundo a los ojos, y se dieron ese primer beso apasionado… el primero de tantos.
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