Caminan, se desplazan absortos, abstraídos y distraídos. Van por la vida en un estado casi catatónico, carentes de voluntad. Desconocen su entorno, que a su vez no los reconoce porque su voluntad también ha sido captada, domesticada y amaestrada.
Sus ojos fijos y casi sin vida no ven más allá, no ven otra cosa, ven lo que deben ver, nada más existe. Sólo hay una única cosa en la que se centran y se concentran, nada más importa, ni existe, ni vive fuera de ese acotado universo.
Desconocen su inmersión y su sumisión, sólo son autómatas, caminantes sin rumbo y a veces sin camino. Casi inertes se mueven por inercia, sin interés en otra cosa que no sea lo que capta su interés. Allí van ellos, pendientes y dependientes de ese sonido que los capta y los guía.
Ese sonido del cual pareciera depender su vida, su existencia toda. Ese sonido que todo lo contiene y lo tiene, y que les da cuanto ellos necesitan y requieren para seguir funcionando, existiendo y coexistiendo. En y con un mundo abstraído y absorto en su propia absorción, que los sorbe y absorbe.
Pero algún día, tal vez no muy lejano, ellos se darán cuenta que ese sonido que es su norte, su guía y su dios pagano, los hizo esclavos. Fue él y sólo él quien los tuvo pendientes y dependientes. El que ahora es señor en su señorío y los somete, pero que algún día será vencido e ignorado.
No entiendo porque todo el mundo últimamente está tan pendiente de los mensajes de texto. Caminan por esas veredas pulverizadas y atestadas. Porque dicho sea de paso, no se que pasó, pero Buenos Aires esta colmado de gente, un enero de lo más atípico. No se si serán o seremos los de siempre o estaremos importando.
La cuestión es que todos van mirando sus teléfonos móviles, que contienen el mensaje de texto del cual seguramente depende su vida. Por eso como su humor vítreo esta sumido y atrapado por la pantalla de cristal liquido, no pueden ver por donde caminan y mucho menos que vienen otros transeúntes por la misma vereda que ellos ignoran que existe.
Es por eso que están imposibilitados de ver que venís, pero vos si los ves, por eso tratás denodadamente de esquivarlos, lo que es una tarea complicada. En la que tenés que realizar una serie de peligrosas maniobras que no te garantizan el éxito de la empresa en cuestión.
Porque si los esquivás, chocás inevitablemente de frente contra otro absorto textístíco que viene del otro lado. O con la noble pared que casualmente no está leyendo un mensaje de texto, pero que no se puede mover, y seguramente es mucho más dura y raspa.
Dado que la gente no va a dejar de leer mensajes de texto por que se les ha generado una especie de dependencia, se me ocurre una idea. No sé que les parecerá, a mi me pareció interesante o al menos simpática.
Sería bueno que se crease alguna aplicación en la que se pudiera poner el móvil en piloto automático. Esa función nos trasladaría el mensaje de texto de dos formas: una podría ser que se escuchara en la voz de un locutor me-cá-ni-co, como cuando mandamos un mensaje de texto a un teléfono fijo. La otra, y la que más me entusiasma, podría ser un mensaje cantado. Esó sí, el ritmo lo selecciona quien lo recibe, a veces los gustos musicales suelen no coincidir…
PD.: Si esta aplicación aparece próximamente en su celular, ya saben de quien fue la idea.
Besooo.
Buen fin de semana
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