Las Cronicas del Conejo Negro (seg. cronica 6)

La música estaba a todo volumen, las luces prendían y apagaban, la gente no paraba de pasarla bien, y ahí mismo estaba Marcos junto a Emilce, tan cerca que no existía espacio entre sus cuerpos, tan cerca que sus manos no dejaban de tocarse uno al otro. Allí en la oscuridad, donde dicen que las cosas prohibidas son las permitidas y la mente deja de pensar, solo para sentir el momento, para vivir el momento, para no perderse ese momento tan, pero tan prohibido que así mismo se considera pecado.

Con una de esas canciones del momento y esas luces segadoras, sus manos recorrían el cuerpo del otro en esos lugares personales donde hacen estallar de pasión, y donde la vergüenza no existe. El lugar estaba lleno pero no les importaba que alguien los viera como a otras tantas personas, porque el solo estar ahí ya era un riesgo mas, uno que les encanta tomar en dosis sensuales y apetecibles, un afrodisíaco muy potente, muy deseado, muy anhelado.