Caer en la ilusión es engañarse. Ilusión significa pues creación de un ser humano que cree lo que no es , por ejemplo, en los sueños. La ilusión teatral es el acto de quien cree verdaderamente las cosas que pasan en la escena. Esa ilusión es lo que hace aplaudir a un actor en un instante dado, no por lo que dice o hace el personaje que él representa sino por como él es capaz de ejecutarlo. Lo que el público va a buscar al teatro no es la ilusión perfecta sino la imperfecta e incompleta de quien sabe que en todo minuto está en presencia de un hecho artístico y no de un acontecimiento verdadero. ¿Será que la ilusión perfecta jamás se produce? Si el espectador se emociona y hasta, a veces, llora, hay que reconocer que es porque sí se produce, solo que por breves momentos y en determinadas circunstancias. Y la eficacia de la creación artística depende de la frecuencia de esos pequeños instantes de ilusión y del estado emotivo en que, durante intervalos, éstos tocan el alma del espectador. La ilusión perfecta se encuentra con frecuencia en las tragedias de Shakespeare. No se trata solo de que el espectador acceda a aceptar como transitoria verdad convencional la invención poética, sino que esta invención se le imponga hasta el punto de convertir para él lo ficticio en verdad. Se trata de que la emoción domine a la razón.