Eran dos niños.
Viejo durmiendo en el verde mugriento
de la esquina deprimente.
Una piedra, ardor en la sangre,
huída traviesa.
Eran cuatro niños.
Vino espumeante en la esquina del sueño.
¿Cuántas cañas señor?
Cráneo partido.
Eran mil niños.
Fiesta de piedras
volaban hacia el encuentro de la frustración
y el suicidio a gotas, a gotas de alcohol.
Sangre dulce derramada en la tierra.
En la tierra seca e infértil.
Los que no son tus hijos
te matan por los tuyos.