Tu piel fina luce como de vicuña andina.
Blanca y negra, destellando en la cordillera.
La sensual pendiente de tu nariz
cautiva media mirada del panorama.
Perfil de mujer espartana, invita al roce y al fuego
en el vértice de la hoguera de los deseos ocultos
Tus pómulos destallan como senos de poma.
Dan hambre y sed de curva, pómulos frondosos y
salientes como la roca lustrada que besaban las magas ancestrales
Tu boca insinúa un clamor, una ecuación no razonable,
un puente extendido sobre el precipicio
entre dos cerros labiales y carnosos,
más hermosos que una plegaria de credo.
Una diminuta línea de grieta despierta imaginaria,
la música de la sinfónica obertura gótica,
esa línea semeja la Biblia de los besos en cópula.
En el gris brillante, casi de bronce y marfil,
se distingue la ecuatorial vertical de luz que aguijonea las hormonas, y
de tus cejas resbala una Venus terrenal y deseada.
Tu frente tiene una luz diáfana, algo de santidad bella,
mas bella y de diosa que lo venerable, y
tu pelo enhebrado, como tejido de una Penélope en espera,
cuaja una amalgama exacta con tu frente.
El rocío imaginario de la uva,
alambica tu enjambre
de mujer- madre. Hembra y abuela.
¡ Magnetismo innato y puro. Nada fingido. Oro puro ¡
Tu boca tiene dibujo de sirena con rastros de herida placentera.
Se me ocurre que el rojo fuerte nace y se alimenta en tus carnes labiales.
Tu mirada nada entre el tulipán enardecido y negro
Y la rosa cálida sin espinas. Solo rosa y pétalo.
Esa flor en el pecho, tan hermosa como el horizonte que cubre,
donde se adivinan picos anhelantes,
explayados en la alfombra translúcida y de seda,
de tu pecho de sabana y llanura extendida que
despierta el ansia de acostarse.
Parece un campo límpido, puro y sin neblinas,
con ciertos trotes de ecuestre Amazona.
Prado donde arrojar saetas de besos abiertos y
echar los labios al viento, sin hora de regreso.
Te ves como recostada en la ola de la espuma perfumada,
donde he visto salir tu costilla transparente,
costilla de Eva sobre tu pecho resbaladizo.
Se vislumbran tus senos alpinos como de albur nevado,
con dos uvas erectas asomando en cada pico.
Sumergí mis fantasías de nido libido,
en el volumen ciego de tu figura sin tiempo.
¡ Déjame volar tu horizonte amplio de galaxia fémina ¡
Soplando mi aire sensual y mi jauría erótica
¡ No puedo calmar el huracán que provoca tu imagen ¡
Aunque durmiese recostado en la cama de las angustias, y
la punta del anzuelo por mis conductos doloridos,
sobre la cama de los espasmos y
el cuerpo convulsionado.
Con los ojos teñidos de licor, y un Freud sádico como Marques.
Dentro de mi perversa cabeza y de hélice convulsionada,
con un hueso anclado en la boca de mi cuello estrafalario.
¡ De lo que vi en ti ¡
Mujer de ultramar, donde viajar un plácido turismo afrodisíaco
Haría un trato bélico con mis hormonas,
entre el espanto y la testosterona
¡ Callad instintos bajos ¡
Esta mujer es de marquesina.
Aquí está, sólo para admirar su belleza integra.