Eres tan cotidiana como el pan sobre la mesa
y de habito tan inesperado
como la vida haciendo regalos,
a través de tus besos de sorpresa
Eres para mí la belleza tatuada por la brisa, y
un corazón tan inmenso grabado en la corteza de un ombú
Tu corazón de entraña es de sangre
pero tu alma es celeste
Tan celeste como la elegante cisne de cuello negro.
Me enamora tu rojo picante cuando besas y
la sal blanca corriendo en tu espalda sudada.
Tu olor de axila en la mañana
abre como el jazmín otoñal y
la jacaranda de aroma.
¡ En ti lo cotidiano y todo lo rústico parece vajilla de plata ¡
Y tu sonrisa de piano de cola,
con la afinada nota del pastor acústico
sonando por tus dedos de metal bronceado,
vibran en mi oído de deleite,
cuando cantas amaneciendo o al acostarte y
parece que los gallos anunciantes
plagiaran tu melodía como un himno a la alegría.
Le hago frente a la ceremonia de la lluvia agresiva en diluvio
para que tu única humedad
parta de mis labios y
de mi boca con perfil de flecha mojada,
perdida entre tus labios de Reina de los arqueros.
El sino la hará saeta exacta como disparo de Ulises
espantando los enamorados de Penélope.
Eres tan cotidiana
como el piso que se desliza bajo tus pies
y tan sorpresiva como una tigresa fiel en celo,
cuidándome a diario -como si fuese cría recién parida-.
De las plantas de tu vientre de otoño emerjo.
Tan rociado, límpido y fecundo
como la patria misma
de los caballos blancos reunidos
en tu comarca de princesa entre las rosas reinas.