En cada día,
Verónica amor,
Observo tus dedos esculpidos batallando entre las ollas, y
tu mano de paño y roce ardiente
-como Mindanao de Filipinas-
Recoger las colchas desparramadas
de la glamorosa noche pasada
como una femé tría dedicada con afán.
Tus tobillos de tronco y nudos de fresno
y tu reverso transparente de vidrio pulido,
de donde asoma tu pecho de radiografía.
Y cuando tus labios entusiastas pronuncian
¡ Hola, mi amor ¡
Suenan como saloma, en un barco marino de mujeres,
recostándose en mi oído de curva perpetua,
repicando en el tímpano como silbido de trino canoro.
Zumbando como panales invadidos por
millares de abejas golosas, donde
mi boca se desayuna, con la miel bordada en los labios.
Y sigo mirándote...
Ágil, esforzada y tierna,
como si posar tus pies en la baldosa y
mirar de reojo la pava
mientras juntas las migajas
de la ultima cena trasnochada,
cocinando el cereal para la inmediata comida,
mientras repites como himno, te amo,
fuese tan sencillo,
como escribirte
estos pequeños versos de enamorado.