El cielo suelta su plumaje de ñandú en abanico y baña en luces de destello rociado
lo que toca, aun los ojos del hombre se humedecen con tu gota bajando de las hojas enredadas.
Inclino la tierra y mi sombra refleja límpida
En este inhóspito monte disfrazado de cruel, suena el canto de la belleza.
Despertares de calandrias, crepúsculos de lechuzas.
La mudez ausente de la gaviota al asomo de la luna.. Ya es noche...
solo un capichi con celo de tierna madre carpincho aúlla en pos del amor.
Un crujir de maleza, anuncia la tímida y celosa llegada a su residencia
Es el zorro rojo, el aguará-guazú, que baila al serpenteo invisible de la yarará.
Padre monte, y madre tierra. Génesis y progenie de color y aroma
Ámbito donde tus hijos conviven sin solemnidad.
Abres tu ancho abrazo afable y luces con orgullo tus charcos que parecen lagunas de cristal y a la lejanía dejas el eco de un resollar equino bayo, alazán, puro o ruano
Y el galope cansino y retorcido de alguna bota fatigada..
Aun en territorio adverso, me siento huésped confortable, en la cuna donde el cantar de los silencios nace, soy escucha residente del susurro del río
Donde en el barro sutil y profundo se pasea el sábalo
El patý se sabe codiciado y apetecido de carne, la boga y la anguila duermen su carne
Pero nadan amblantes como la vedette ante la escasez del dorado y la ausencia del surubí.
¡ Oh, sabios Guaraníes ¡ por algo llamaron a este espejo turbio de agua
Gualeguay y a su hermano fronterizo Gualeguaychú.
Río de los pájaros y río de los cerdos., brazo marrón, enlazados gemelos, en el Paraná y el Uruguay terminando en el delta argento.
La garza blanca en destello como la harina depurada luce su postura uní poda
Y la rama del espinillo que con el viento se hamaca, ve de soslayo el florecido ceibo.
¡ No añoro melodías, aquí despierta el canto ¡ La hora invita a la serena contemplación.
La lívida muerte no tiene espacio, si la cruz de la estrella sonríe.
La luna seduce al espejismo del cielo diamantino que me mira.
¡ Soy un escogido espectador deslumbrado ¡ Compañero de baile y amante de esta pintura en paisaje. Los patos no graznan, respetan el rumor del monte. y las serenas nubes prometen aurora.
¡ La noche me mira, yo la miro ¡ hay perpetuos retoños de negra gleba fecunda
jardín infinito y eterno, brilla en el rocío erizado. cuando la luna baña su cuero terrea.
¡ Aquí la vida ¡ Rojo-amarilla. Allí verde-maleza, ocre reluciente en el mundo vegetal.
El ciervo enano es el guazuncho que transita libre por tu vientre.
La luna se enamora del ocre encanto del río, se peina y se acicala coqueta.
No hay muros para las alas ni almas profanas
Ni jaulas ni barrotes, solo una bóveda límpida cubre el horizonte.
Mis brazos se funden en la gama pictórica del marrón-verde color de monte.
Entrando tan dentro y lento como un amor platónico o como un observador enamorado del cosmos y emerge tan súbito de silencio y vida,
que parece un espejismo de flecha con arpón de clavo hacia tu Corazón,
orilla y brazo del monte entrerriano.