Mi abuela Máxima siempre me decía que era muy porfiada, terca, cabezona. Y no le faltaban razones para hacer tal afirmación. A través de los años, el abanico de calificativos sobre mi persona se abrió. Y se abrió muy abierto, tornándose un gazebo.
Lo admito, soy una persona un tanto obsesiva, porfiada, terca y, como siempre digo, muy modesta. Reconozco que mi testarudez en ocasiones superaría ampliamente a la de una mula terca.
Siempre vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Pero hay conductas porfiadillas de los demás que me sorprenden, porque superan muy ampliamente a las mías.
Nuestro número de teléfono fijo se parece mucho a uno de las sucursales de Oca. En realidad, la comunicación errónea se produce por que repiten el marcado de un número. Esta vez no es responsabilidad de Telefónica sino de un dedo humano.
Recibimos varias llamadas al día, muchas. Están los que al escuchar solo un "Hola" advierten que tal vez no seamos quienes creen que somos entonces contestan con un \"¿Oca?\". Al confirmar sus sospechas tras el "No, equivocado" se disculpan y cortan.
Y están los que inmediatamente después del \"Hola\" comienzan con su perorata protestataria a contarte su problema con lujo de detalles. De más esta decirles que intentamos explicarles que no somos quien cree que somos pero nada.
No se sí es que no te escuchan o no les importa. El mundo tiene que enterarse cuales son sus problemas y la injusticia que con ellos se esta cometiendo.
Cuando por fin hacen un silencio para respirar y conseguís decirles que están equivocados las reacciones son varias: se ofenden por que no se lo dijiste antes (¿pero cuándo?), te cortan ofendidísimos por el tiempo que les hiciste perder, o no te creen.
En este caso vuelven a llamar un sinnúmero de veces, sin contemplar siquiera la posibilidad de que estén marcando mal.
Estos son los momentos que me reconcilian conmigo misma, diciéndome y diciéndoselo al mundo: comparada con estos …