En estas últimas semanas mi atención no se había hecho presente. Nada ni nadie conseguía que apareciera en escena, nada ni nadie la tentaba y mucho menos la atrapaba. Las cosas pasaban por ella, pero ella no se daba por enterada, no se involucraba. Mantenía una distancia que me molestaba. Me hería su indiferencia.
Ella sólo se hacía presente en mi imaginación. Y la imaginaba mirando todo con ojos curiosos, fingiendo un interés que no tenía, coqueteando con algo o alguien que trataba de interesarla. Y una vez que ese algo o alguien creía ser el centro de atención, daba vuelta su cara, convirtiéndolo en la presa de su desinterés, en el blanco de su indiferencia.
Lo cierto era que mi atención no estaba donde debía, ni como debía, y mucho menos cuando debía. Elucubré varias teorías al respecto. En realidad, varias, varias, lo que se dice varias, en el sentido amplio y literal de la palabra, no fueron. Más bien fueron dos, una consecuencia de la otra. Pónganse en mi lugar, sin mi atención mi creatividad estaba diezmada, incompleta. O al menos esa es la mejor excusa que se me ocurrió.
La primera de mis teorías era que mi atención había tomado unas merecidas vacaciones, para ella y para mí de ella. La imaginaba feliz, haciendo nada, relajada, con la mente en blanco. Pero con el correr del tiempo, su ausencia comenzó a inquietarme.
El tiempo pasaba y mi atención no volvía. Mi parte andaluza, y mi sentido trágico de la vida me tomaron como rehén, e instalaron en mí la fatídica idea, ese terrible pensamiento que me paralizaba, que me quitaba el aire. Ese pensamiento que se convertía en sentimiento y hacía que mi miedo se hiciera corpóreo: ella me había abandonado para siempre.
Tenía muchas dudas, incertidumbre y ninguna certeza. No sabía si ese planteo era una afirmación o tan sólo una pregunta. Hasta que finalmente el jueves el interrogante quedó despejado. Ella se hizo presente, reapareció tan intempestivamente como se había ido. Sin mediar explicación, me miró a los ojos fijamente, y con voz firme e imperativa me dijo: "Vine para quedarme, y no estoy sola, me acompañan tu musa y tu interés. Sentate frente a la PC, abrí el Word y escribí lo que te decimos". ¿Qué podía hacer yo? Era como un juguete del destino puesto en sus manos, y así fue como termine escribiendo este post.
Mi atención fue invocada y se hizo presente con lo que dió nuestro vice Amado. ¿Cómo denominarlo, monólogo de prensa, lluvia de acusaciones, conferencia distractora? Mmm, estoy bastante confundida, pero, como le diría a mi amiga Alba, ¿por qué la presión, por qué forzar un rótulo? Es lo que es, fué lo que fué, y se dijo lo que se dijo sin decir lo que se debía. No importa que encuadre donde encuadre.
Lo importante de todo esto es que, a pesar del feriado, nuestro segundo mandatario se paró allí, frente a todos, sólo como la una. Cuando lo ví allí una frase vino a mi cabeza: "Solos venimos a este mundo y solos nos vamos de él". En fin, ahí estaba nuestro Amado, sostenido únicamente por su flequillo impecable, incorruptible, aerodinámico y sus puños llenos de … ¿verdades?.
Dijo muchas cosas, menos las que debía decir y no dijo, menos las que debía explicar y no explicó. Tiró la pelota fuera de la cancha, y demostró ser muy poco habilidoso, no fué a buscarla. Y tampoco se las ingenió para que alguien fuera a buscarla por él. Levanto el dedito y acusó a muchos, sino a todos, a casi todos. Y usó la palabra esbirro muchas veces, tal vez demasiadas, lo que me lleva a preguntarme. ¿Estaría estrenando palabra?
Dejó al descubierto a las "Mafias desestabilizadoras". Demostró su templanza, su hombría de bien. Demostró su incorruptibilidad, puso de manifiesto, por si quedaba alguna duda, que no acepta sobornos de nadie y mucho menos los denuncia en las justicia. Eligió hacerlo mediáticamente al mejor estilo de las chicas Tineli.
Para él, que no es Él, sino él con minúscula y cada vez lo será más, todo esto es un montaje mediático. Montaje del cual participa hasta un Juez de la Nación. Que distinto hubiera sido todo esto, si la causa le hubiera tocado a su Juez de cabecera, ese sí es incorruptible. Los medios no lo quieren, él no cedió, cede ni cederá a la tentación, por más que la tentación sea inconmensurable. Siempre siguió una línea y así se mantuvo.
También nos recomendó ver la película "El Padrino". No dijo cual, si la uno, la dos, la tres, la cuatro, no sé si hay una cinco y hasta una seis. En fin, él dijo lo que dijo, acusó, recusó y se excusó, no explicó, replicó. Dijo, se desdijo, fue y vino sin llegar a ningún lado. Acto seguido giró sobre sus talones y se fué raudo, sin aceptar preguntas de nadie.
Yo me pregunto ¿ella sabría o no sabría?. Y me contesto: no creo que lo supiera. Porque de haberlo sabido, hubiera tomado el flequillo de Amado entre sus dedos índice y pulgar, dándole un par de tironcetes (que lo invitarían a la reflexión), al grito de: "¡ALCORNOQUE!". Como hacía mi tía Elsa cuando yo hacía una de las mías.
Besuuu.
Comentarios / Consultas