De hace tiempo golpean las piedras largamente estiradas en el día.
Algunas en meteorito, las mas diminutas
en explosión matemática potencial, como
guijarros desprendidos de inexplicable mineral.
No son las rocas turbadas del cielo,
es la semilla brutal inserta en la cabeza de nosotros,
roperos ambulantes cruzando los genes y el mundo en los puentes descoloridos
Sin recuerdo que somos cuerpo y existencia
van nuestras ropas vacías de flojo destino, y
la obscena esclavitud de una amapola adicta sin futuro.
Con la marcha enterrada del soldado acobardado
a la frontera de los grises sin retorno
Como elaborados productos de consumo manufacturados
dejando un hueco y un numero por nombre.
Nace en nuestras sienes infartadas del día sin sorpresas, y
claudica nuestro corazón cenizo
como forastero de un alma ocupada por algún raid enemigo.
No hay mas piedras golpeando las testas,
sino la densa y gélida sustancia
de nuestra absurda apariencia sin bandera en las entrañas.
Con la muerte lenta y vergonzante que invade la humedad sin aire respirable,
de los huesos pesados ahogando los tambores de mitos olvidados y pechos abatidos
Desprendidos de músculos sensitivos y refleja respuesta,
con los tendones arrugados, la risa en dientes apretados.
Vestidos solo de ropaje y percha, sin nada de osamenta.
En la oscuridad sin salida vamos a los tropiezos y los tumbos.
Levantamos la cabeza y no hay nadie... y nadie
es la soledad arpía como compañera.