recuerdo cuando era chica, mi abuela solìa retarme si pretendìa meter las narices a travès de las cortinas de alguna ventana abierta...era una verdadera tentaciòn ver què estaba haciendo el vecino, pero ahì estaba el veto,el NO.El otro era objeto de respeto: no se podìa escuchar mùsica si habìa algùn finado en la cuadra "por respeto a la familia", las personas mayores eran Don o Doña, segùn correspondiere, y no se podìa hacer ruido por las tardes, "porque la siesta es sagrada". La vida era plena y siempre habìa tiempo para disfrutar, cosas que hacer, amigos que visitar; entonces,el Otro era sagrado, no se lo podìa invadir ni violentar, no se podìa entrar en sus dominios sin permiso.
Cuànto de aquello hemos perdido en el trayecto desde aquèl Otro sagrado a este Otro contemporàneo, expuesto y visible hasta en sus miserias màs bajas, degradado y a la vez exaltado por la mirada de todos nosotros. Parece que tanto se ha vaciado de contenido nuestra propia vida, tan en "piloto automàtico" vivimos, que la sal y la pimienta del dìa a dìa lo sacamos de otro lado, extirpàndole la privacidad a otros para convertirla en una imitaciòn de vida, para tener tema de conversaciòn, para que lo que al otro le pasa me haga olvidar lo que a mi no me pasa....Che, y si nos dejamos de joder y empezamos a vivir,visitar amigos,llamar parientes? que tal si nos ocupamos de la salud de las tìas viejas en lugar del complot semanal de gran hermano? La vida esta llena de bellezas, rebeliones, angustias...y si nos animamos a vivir?