No te pido esmero y esculpe
del fruto cultivado de tu figura,
ni que retornes mis besos de alga.
Solo el pan y los cerezos de tus huertos, y
tus árboles en los balcones de tu corteza retornada.
Tu corazón de esperanza y
el ambiente de arena poblada.
El tiempo contigo
me sigue oliendo a melaza de alelí exprimido.
Tu crujir de pies al cereal desgranado,
tus aldeas de amor infectas
son una bella cuarentena perenne.
Mi mano de licor desemboca en tu vena de ombligo y
la mano de uva en racimo
viaja a tu boca de dulce infinito.
Mis pies de motor y galope mecánico
van al fondo de la carrera,
donde duerme el cielo junto al barro
entre las islas recobradas de tu pecho de nido.
En el mínimo espacio
el mar busca su lugar en el abra
con los dedos nutrientes de mi savia natural humecta.
El reloj no hizo mella en tu pelo
ya que los negros extendidos
siguen irrumpiendo tu cabellera con la potencia del ébano
y la claridad de los camalotes melancólicos.
Sobre tu alma de hambre-flor pasionaria y
en tu tierra rosa de poma donde se anuncian los ciruelos eternos,
te dejo el fuego desencadenado en los montes rojos.
Besos de explosión y ráfaga tan ardientes.
que aunque fallezca la amapola y
la manzana de la carne ande moribunda
buscando los pulmones de los ocales.
Tu boca de fruto
seguirá respirando el aire de mis ventanas.