Cuando era chica, mis abuelas, padres, tíos, docentes, vecinos y mayores en general me daban sabias y útiles advertencias para alcanzar una vida larga y plena.
Algunos ejemplos: no te pongas bizca por que si te da una corriente de aire te quedás así para siempre. No te comas las uñas, por que aunque las escupas te van pedacitos al estómago y te tienen que operar. Este argumento también se utilizaba en el caso que te tragaras el chicle. Si te ponías plastilina o un crayón en la boca, o mordías un lápiz podías terminar hospitalizado. Y si por una de esas casualidades, tu dedo tocaba las aspas del ventilador, te lo cortaba y quedabas en el mejor de los casos, con un dedo menos. Y ni que hablar si imitando a las abejas te comías las flores de la alegría del hogar … terror, horror y espanto sanitario.
Estas recomendaciones tenían sólidas bases cuasi científicas. Y si esto no te alertaba lo suficiente, para reforzar el efecto te contaban alguna historia y/o anécdota.
Sus protagonistas eran chicos que ellos habían conocido o familiares muy lejanos, a los que les habían pasado desgracias terribles. Generalmente los referidos protagonistas tenían tu edad, o a lo sumo un año más o uno menos. Eso sí, la discreción ante todo, nunca se mencionaba su nombre ni su filiación. Lo que era bastante llamativo, si te lo ponías a pensar.
Los temas eran de lo más variados y la narración ejemplificadora, no siempre terminaban con la muerte del protagonista. En general no era tan cruentas.
Las consecuencias eran variadas y a veces bastante ingeniosas. Podía sufrir un daño permanente, una amputación menor, una operación, una larga internación, o recibir inyecciones por el resto de la vida.
Si recordaron estas y otras advertencias que les hacían en su tierna infancia y tuvieron la pavota idea de hacer lo mismo con los más chicos, olvídenlo. Sáquenselo del marulo inmediatamente, ellos internetean desde que nacen y se van a dar cuenta enseguida.
Besooo.
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