Desde este pequeñísimo bastión, sigo mi lucha sin pena ni gloria por causas perdidas pero justas. No van a derrotarme, no van a lograr ponerme de rodillas. Voy a seguir dando batalla, hasta que no me queden fuerzas y hasta quedarme sin voz o sin vos.
Tal vez para algunos sean cosas tontas, intrascendentes, sin sentido. Pero yo las noto, las arreglo, las señalo, las vuelvo a arreglar y las padezco.
Me pregunto lo de siempre, lo eterno, lo cotidiano y bizantino. ¿Es tan difícil levantar ese papelito del piso, cambiar el rollo del papel higiénico, arreglar la alfombra cuando alguien se la lleva por delante, cerrar las puertas de la alacena, de la heladera, cerrar los cajones, colgar las toallas, llevar la ropa sucia al canasto?. Por no tocar el ya tan remanido temita de la tapita del inodoro.
Tal vez no sea una conducta a sabiendas, a lo mejor les falta información genética, alguna enzima, vitamina, criterio, o vaya a saber qué, que les impide notar que algo no encaja, o que no esta como debería.
Pareciera que su naturaleza los hiciera ignorar lo que no ignoramos el resto de las mortales. Es como si estuvieran en una especie de burbuja polarizada que no los deja ver. En realidad, que no los deja ver sólo ciertas cosas.
Los que sean intelectualmente honestos y se sientan identificados con algo de lo que aquí se ha dicho, aprovechen la longevidad del feriado, y hagan una introspectiva, pero muy introspectivamente. Vayan allá lejos, si ahí, allí dentro donde nadie los ve ni los escucha, y mediten sobre sus acciones u omisiones.
Eso sí, una vez que meditaron, si encuentran aunque sea un ligerísimo atisbo de responsabilidad, traten, o al menos intenten, poniendo una férrea voluntad y esmero, modificarlo.
Desde ya muchas gracias en nombre de todos/as los damnificados.