Mi constante inconstancia no me abandona. Intento dominarla, pero no se deja. Es como un potro salvaje encabritado que deja sin aire a mi inspiración.
Me recompongo y lucho, se repliega, la victoria es efímera, se recompone y me distrae, me abstrae, me aliena. Siente que está ganando la batalla, se siente ufana, orgullosa. Entonces llega rauda a mi rescate mi parte constante. La que domina a la constante inconstancia.
Hay luchas, corridas, desazón, desconcierto. Al igual que las eternas luchas entre el bien y el mal, las victorias son alternativas. He ahí una vez más el equilibrio del universo.
Me pregunto cual de las dos ganará, que pasará con mi equilibrio, y con mis constancias. Que constancia vencerá en esta contienda constante. ¿Cuál será la más constante?
Me preocupa, está en juego nada más y nada menos que mi constancia. Se juega el "como quedará" hasta que haya un nuevo orden de cosas. Si gana la constancia constante, recuperaré mi constancia.
Pero, ¿qué pasaría si ganara mi constancia inconstante? Sería inconstantemente constante hasta… ¿hasta cuándo? ¿Hasta que haya una nueva contienda y una de las dos gane? ¿Esto será para siempre o hasta que una de las dos muera?
En ese caso, ¿a quién extrañaré más, a mi constancia constante o a la inconstante? Es tan difícil y a la vez tan constante e inconstante mi poder de decisión.
No lo sé, la inconstante es permisiva, relajada, condescendiente, solidaria. La constante es la que me conecta con el mundo, la que me obliga a obligarme a tener obligaciones, la que me reta, la que me exige, la que me hace competitiva.
Tal vez necesite a las dos, tal vez quiera a una y solo extrañe a la otra. En el fondo tengo una preferida, no lo voy a negar…. La justificación quiza ha sido un poco larga, lo confieso: SI, SOY UNA VAGA, AUNQUE MUY INCONSTANTE PARA SERLO TOTALMENTE.