Existe polémica sobre la descendencia y origen de los Lencas. Sin embargo, de acuerdo a Barón Castro, los Lencas son los restos directos de los Mayas que no siguieron el éxodo que dio fin al antiguo imperio Maya. A la llegada de los españoles, su población se encontraba ubicada en la parte que hoy comprenden las repúblicas de El salvador y Honduras.
En la actualidad se sabe muy poco sobre las lencas prehispánicos pero según relatos y escritos de los cronistas, sacerdotes, gobernadores e historiadores, se sabe que los lencas, antes de la llegada de los españoles, eran el pueblo más extendido que habitaba la actual república de Honduras. Ocupaban parte de occidente, centro y sur del país habitando poblados con un tamaño promedio de 350 casas. No fueron poseedores de grandes centros ceremoniales y se caracterizaron por practicar una agricultura basada en el cultivo del maíz y los frijoles, a un ritmo de 3 cosechas al año y por sus prácticas culturales, como la molienda del maíz cosido con ceniza y las fiestas religiosas periódicas. Por otra parte, cierto tipo de auto sacrificio humano testimonia la afinidad del pueblo lenca con las culturas mesoamericanas.
En 1853 el viajero e investigador E.G. Squier escuchó que los indios de Guajiquiro (La Paz) llamaban a su lengua "lenca" y al encontrar coincidencias lingüísticas con otros pueblos del mismo departamento, acuño el vocablo "lenca" para identificar a éstos y a los demás indígenas del occidente, así se origino el nombre Lenca para identificar a este pueblo.
Los Care, Cerquin, Potón y Lenca; eran poblaciones que, si bien es cierto estaban aislados por grandes distancias, se mantenían unidas por lazos culturales y una historia en común. A cada grupo le correspondía un territorio bien delimitado, repartido en cacicazgos. La población bajo el mando de un cacique se organizaba en pueblos. Al momento de la Conquista había por lo menos 500 poblados. Existía una casta sacerdotal, una de nobles y de guerreros. Las guerras eran frecuentes entre los diferentes señoríos. Pero entre los que hablaban la misma lengua, ósea los cuatro grupos principales, hacían pactos temporales de paz, vestigio de los cuales ha llegado hasta hoy la tradición del Guancasco.
De acuerdo a datos históricos, antes de la llegada de los españoles, los lencas y los demás grupos indígenas que habitaban la región estaban gestando su propio proceso histórico. Los relatos acerca de las "cruentas guerras", dejados por los cronistas coloniales, dan fe de una efervescencia política que tendía hacia la consolidación de poderes hegemónicos. Existían las relaciones de producción comunal primitivas.
La conquista y colonización española de Honduras consistió en un proceso de destrucción violenta de la organización socioeconómica de los pueblos indígenas. En el caso concreto de los lencas, de acuerdo a los cronistas, la conquista no fue fácil, pues resistieron por más de veinte años. Un factor que prolongó la lucha fue la organización social con la que contaban; su acción de resistencia más importante fue la conocida como "La rebelión de los lencas", encabezada por el cacique Lempira en el año de 1537. Lempira que significa "Señor de la Sierra", forjo la unidad de todo el pueblo lenca (Cares, Cerquines, Potones y Lencas propiamente dicho) alrededor de una confederación de tribus organizadas para luchar contra los conquistadores. Lempira fue nombrado jefe de la resistencia y con un ejército que fue integrado por cerca de dos mil guerreros, inicio la lucha que, según fuentes históricas se prolongó por más de seis meses.
Esta se extinguió en las últimas décadas del siglo antepasado y las primeras del siglo pasado. Pueden encontrarse aún algunos ancianos que recuerdan palabras lencas que oyeron de sus padres o abuelos, pero el idioma vivo ha dejado de existir. Aunque existe la posibilidad de que algunos ancianos hablen la lengua, muestran gran celo para revelarlo. La población en general ya no muestra ni evidencias de la posibilidad de rescatar una lengua estructurada.
Para los lencas, la religión es el cuerpo totalizador de su cultura. Profesan el catolicismo como lo hace la gran mayoría de la población del país, no obstante, de una forma muy propia: ellos la reconocen como "la religión antigua" y la diferencian conscientemente de la ortodoxia católica. De la religión antigua han perdurado prácticas y concepciones que justifican esta diferencia. La religión antigua, altamente conservadora posee profundas alteraciones de los proyectos católicos. (Por ejemplo: asocian a Cristo y la virgen María como el padre y la madre formadores). Esta inclusión de elementos autóctonos es lo que la caracteriza.
Practican sacrificios de animales o "composturas", como ellos los llaman, para agradecer o pedir perdón a los ángeles y a los santos; guardan con celo en su memoria pasajes de la "historia divina" que no aparecen en la Biblia, de cómo Dios formó las nubes, el maíz y el mundo.
Los lencas representan en la actualidad una población indígena que tiende a desaparecer, producto de la constante latinización, la perdida de su lengua y con ello, el desaparecimiento de gran parte de sus rasgos culturales.
La población lenca se localiza en los departamentos de La Paz, Intibucá y Lempira. También se encuentran en número reducido en los departamentos de Santa Bárbara, Comayagua, Francisco Morazán y Valle. Los lencas viven en más o menos 100 comunidades constituidas por aldeas, caseríos y pueblos.
La mayoría de las comunidades lencas se encuentran ubicadas en las zonas más altas de Honduras, a 1,650 metros sobre el nivel del mar, en tierras improductivas, donde el clima es templado durante casi todo el año. Se estima la población lenca de Honduras en unos 100,000 habitantes.
Según la antropóloga e historiadora Anne Chapman, a la llegada de los españoles, los lencas estaban distribuidos en distintos grupos, constituyendo una considerable población: Care, Cerquín, Potón y Lenca; eran poblaciones que, si bien es cierto estaban aisladas por grandes distancias, se mantenían unidas por lazos culturales y una historia común. Siguiendo el estudio de Chapman, geográficamente los lencas se distribuían de la siguiente manera:
A cada grupo correspondía un territorio bien delimitado, repartido en cacicazgos. La población bajo el mando de un cacique se organizaba en pueblos. Al momento de la Conquista había por lo menos 500 poblados, existía una casta sacerdotal y una de nobles de guerreros. Las guerras eran frecuentes entre los diferentes señoríos; pero ente los que hablaban la misma lengua, o sea, los cuatro grupos principales, hacían pactos temporales de paz, vestigio de los cuales ha llegado hasta hoy la tradición del Guancasco.
De acuerdo a datos históricos, antes de la llegada de los españoles, los lencas y los demás grupos indígenas que habitaban la región estaban gestando su propio proceso histórico. Los relatos acerca de las "Cuentas guerras", dejados por los cronistas coloniales, dan fe de una efervescencia política que tendía hacia la unificación de las provincias y hacia la consolidación de poderes hegemónicos. Las relaciones de producción comunal primitivas.
Dos características socioeconómicas básicas inducen a Chapman a definir como mesoamericanos a los lencas: a) La estratificación de la sociedad en nobles, vasallos y esclavos b) La agricultura de cultivo de especies que se reproducen por semilla.
La Conquista y Colonización española de Honduras consistió en un proceso de destrucción violenta de la organización económicosocial de los pueblos indígenas. en el caso concreto de los lencas, de acuerdo a los cronistas, la conquista no fue fácil, pues resistieron por más de veinte años.
La acción de resistencia más importante fue la conocida como: La rebelión de los lencas, encabezada por el cacique Lempira en el año de 1537. Lempira, que significa "Señor de la Sierra", forjó la unidad de todo el pueblo lenca (cares, cerquines, potones y lencas propiamente dichos) alrededor de una confederación de tribus organizadas para luchar contra los conquistadores. Lempira fue nombrado jefe de la resistencia, y con un ejército que fue integrado por cerca de dos mil combatientes, inició la lucha que, según fuentes históricas, se prolongó por más de seis meses.
Los lencas dieron batalla en el área que hoy comprende el río Cucuyagua y el río Ulúa. La fuerza indígena se centró en los peñones de Congolón, Coyucutena, Piedra Parada, Cerro del Broquel y Cerquín, en el actual departamento de Lempira. Cerquín, según las evidencias históricas, se constituyó en el centro de operaciones de la resistencia lenca. Los cronistas españoles señalan que "toda la tierra se había alzado y rebelado al tiempo que se alzó el dicho peñol".
Los lencas representan en la actualidad una población indígena que tiende a desaparecer, producto de la constante ladinización, la pérdida de su lengua y, con ello, y la pérdida de gran parte de sus rasgos culturales.
No toda la región que históricamente fue ocupada por los lencas es hoy propiamente lenca.
Se ha delimitado buena parte de la población lenca en los siguientes poblados y sus respectivas aldeas y caseríos:
Departamento de Lempira: La Iguala (con 14 aldeas y 56 caseríos); Belén (con 2 aldeas y 76 caseríos); La Campa (con 7 aldeas y 69 caseríos); San Manuel Colohete (con 8 aldeas y 89 caseríos); Santa Cruz (con 5 aldeas y 53 caseríos); Erandique (con 14 aldeas y 120 caseríos); San Andrés (con 7 aldeas y 121 caseríos); y Gualcince (con 11 aldeas y 73 caseríos).
Departamento de Intibucá: Yamaranguila (con 22 aldeas y 62 caseríos); las aldeas de Azacualpa y Chiligatoro, Togopala, Quebrada Honda, Monquecagua, Manazapa, Río Grande, Malguara y Ologos; San Marcos de la Sierra (con 3 aldeas y 38 caseríos); y las aldeas de San Nicolás y Río Blanco en el norte del departamento.
Departamento de La Paz: Marcala (principalmente en 2 aldeas y 55 caseríos); Yarula (con 3 aldeas y 31 caseríos); Santa Elena (con 5 aldeas y 82 caseríos); Chinacla (5 aldeas y 24 caseríos); Guajiquiro (con 13 aldeas y 111 caseríos) y Opatoro (con 2 aldeas y 23 caseríos).
Pese a que, tradicionalmente, se ha sostenido que sólo estos tres departamentos son de población lenca, también existen poblaciones en los departamentos de Santa Bárbara, Comayagua, Francisco Morazán y Valle.
El Universo religioso de los campesinos de tradición lenca es el fruto del traslape-asimilación del catolicismo español colonial y las creencias prehispánicas. Los rasgos básicos del universo religioso mesoamericano, lo que confirma la tesis de la filiación mesoamericana de los lencas, cuyos rasgos básicos característicos son:
a. Visión animista de la realidad.
Para los lencas, la religión es el cuerpo totalizador de su cultura.
El culto, de las Varas o "Majestades" son el símbolo fundamental de su unidad. Las personas que poseen cargos, constituyen el cuerpo de autoridad que se extiende a todo el municipio. Dicha autoridad es política y cultural, por lo que la vida de la comunidad descansa en estos cargos; los responsables organizan las fiestas religiosas (celebración del Guancasco, la compostura del maíz común, colectas de limosnas), velan por los títulos de tierras y, en general, por la vigencia y el respeto de la tradición.
El Guancasco representó una fiesta de encuentro entre dos pueblos dispuestos a realizar un pacto de paz. Ahora es el encuentro de dos pueblos, uno recibe al otro en el marco de la fiestas patronal. Llegado el día de la visita, salen las autoridades religiosas caminando y llevando a cuestas la imagen de su Santo Patrón, acompañados con músicos que tocan el tambos y la flauta, quienes también llevan una bandera. Uno de los músicos marcha disfrazado con una máscara de madera llamada grancejo. Avanzan ejecutando música y el pueblo huésped recibe a los invitados. Al llegar al pueblo. se dirigen a la iglesia, donde saludan a la imagen festejada y luego los invitados ubican su propia imagen que, permanece en el local durante los días de festejo.
En los siguientes relatos se pueden apreciar directa o indirectamente. Los elementos constitutivos de su cosmovisión.
Origen de plantas y animales:
El cacalote como descubridor del maíz. Cacalote es un ave parecida al zopilote. Tiene la costumbre de sustraer mazorcas de maíz de los bultos cuando se está cosechando y se las lleva para las cuevas, cuando el maíz escasea, las saca para comer.
El cusuco y el tacuacín. Como descubridores de las nubes. El cusuco y el tacuacín, cuando estaban escarbando, se encontraron por casualidad con las nubes encerradas en unas tinajas de barro y, cuando las quebraron, liberaron a los nubes y se apropiaron de ellas, pero, al darse cuenta los ángeles de este acontecimiento, los capturaron y se las quitaron.
Los ángeles. Los ángeles constituyen un complejo de divinidades, que tienen asignadas diferentes funciones, como son: traer la lluvia, los vientos, la fertilidad de la tierra, los males etc. Manifiestan su presencia a los humanos a través de rayos (ángeles); cuando caen sobre algún árbol, los habientes próximos a propietarios del predio deben practicar una ceremonia de compostura con el fin de reconciliar las relaciones con estos seres sobrenaturales.
Los ritos y los relatos con implicaciones míticas relacionadas con ángeles condicionan la vida concreta y la vida espiritual de los indígenas lencas más tradicionales y conservadores de su cultura, aún participando activamente en los movimientos evangelizadores oficiales, sobre todo, los promovidos por la Iglesia Católica. El sentido y función de estos elementos sobrenaturales son mejor comprendidos por ellos y, además, están estrechamente ligados a su vida cotidiana concreta. Estos seres sobrenaturales son capaces de provocar verdaderas catástrofes personales, familiares y comunitarias, por lo que para aplacar su ira es necesario realizar complejos rituales en su honor.
Las chalchiguas. Estas son unas piedras verdes, talladas (jadeitas), que producían suerte. Los indios las guardaban en unas calabazas, pero cuando vinieron los españoles la gente comenzó a creer en Santiago (se hicieron católicos) y las chalchiguas dejaron de producir suerte. Viendo esto, los indígenas las enterraron bien profundo y van a salir hasta que la gente deje de creer en Santiago (dejen el catolicismo).
Los naguales o espíritus protectores constituyen un complejo de relaciones establecidas entre el hombre y los animales protectores. Cada individuo nace con un nagual predestinado y su vida está íntimamente relacionada con la del animal que es su nagual. Sus ciclos de vida y muerte están concatenados de tal manera que, si sucede algo al nagual, los efectos también se hacen sentir en la persona cuyo nagual ha sido afectado por alguna enfermedad, herido o golpeado. Para el caso, cuando una persona está enferma se dice que su nagual está débil.
El nagual se puede conocer a través de diferentes acontecimientos, como características o síntomas en las personas que identifiquen semejanzas con algún animal.
Se extinguió en las últimas décadas del siglo pasado y las primeras del presente. Pueden encontrarse aún algunos ancianos que recuerdan palabras lencas que oyeron de sus padres o abuelos, pero el idioma vivo ha dejado de hablarse; aunque existe la posibilidad remotísima de que algunos ancianos hablen la lengua, muestran gran celo para revelarlo. La población en general ya no muestra ni evidencias de la posibilidad de rescatar una lengua estructurada. Los lencas de la región hablan el español como lengua materna, aunque su manera de expresarse revela resabios del idioma perdido en la sintaxis, en la entonación y en el léxico. así como muchos mexicanismos, especialmente palabras nahuas. Además, su forma de hablar es rica en arcaísmos castellanos.
Durante el siglo XVI, el término Jicaque (a veces escrito Xicaque o Hicaque) parece haber sido utilizado por los mexicanos para designar a los habitantes originales no-mexicanos de Honduras, luego fue aplicado más ampliamente a cualquier grupo no-converso u hostil de la zona hacia el sur, hasta Nicaragua y Costa Rica. A pesar de la confusión en el uso de los términos Xicaque y Jicaque, Greenberg y Swadesh han identificado el Jicaque como una lengua distinta perteneciente al tronco lingüístico Hokan-Sioux. El término Jicaque o Xicaque, como en la actualidad se determina este grupo, tiene también denominaciones como la de "tol", tolupán, torrupán. Actualmente en Honduras se usa el termino tolupán, para definir a este grupo étnico.
Si retrocedemos en el tiempo, encontramos que este grupo tenía como frontera el Valle de Sula. Evidencias lingüísticas del siglo XVI, muestran que el Valle de Sula era punto de reunión entre los mayas y tolupanes, cuya cultura era menos compleja que la de los mesoamericanos (los mayas) y típico de los pueblos centroamericanos (todos los que no eran mayas).
La ubicación de los tolupanes en el inicio de la colonización española esta sujeta a discusión. Los cálculos más conservadores los ubican desde la desembocadura del río Ulúa hasta las inmediaciones de Trujillo, haciendo de frontera hacia el interior del país (aproximadamente) lo que hoy son los limites norteños de los departamentos de Comayagua, Francisco Morazán y Olancho. Por los rasgos históricos y etnográficos disponibles, se deduce que los tolupanes durante la época prehispánica, constituían un grupo cazador-recolector que se dispersaba por una amplia región y que su re-plegamiento hacia las zonas más abruptas del interior de la plataforma del caribe de Honduras se debe a la captura y explotación de que fueron objeto por parte de los conquistadores.
Mientras culturalmente, los tolupanes se parecían a los sumos, payas y misquitos, diferían de ellos lingüísticamente... Chapman, citando al lingüista Bright, asegura que representan uno de los mayores enclaves sureños del tronco Hokan. Los antropólogos y lingüistas que han estudiado la lengua, torrupán, entre ellos la antropóloga Chapman, le calculan 5000 años de antigüedad. Ellos relacionan la lengua tolupán (torrupán) con la familia norteamericana Hokon-Sioux. Sin embargo, la discusión sobre el origen de esta lengua no parece estar cerrada. Por otra parte, se han entablado polémicas sobre el origen de los tolupanes y, tomando en consideración sus rasgos lingüísticos, los sitúan emparentados con la familia Chibcha-Penutia, de origen sudamericano; o simplemente afirman que se trata de una lengua independiente y aislada. De lo que no cabe duda, a partir del dato lingüístico, es que nos encontramos con un grupo indígena antiguo, muy anterior a la civilización maya que supo, en medio de las transformaciones culturales del entorno mantener cierta identidad hasta épocas recientes.
En medio de todo este panorama histórico etnográfico, lo que podemos decir es que los tolupanes padecieron de un modo especial las primeras etapas de la conquista españoles caracterizada en Honduras por un fuerte tráfico de esclavos hacia las islas mayores del caribe y por el trabajo forzado. La persecución que se desató contra ellos durante la colonización los obligó a refugiarse en las selvas y montañas de la región centro-norte del país, manteniéndose dispersos y alejados del resto de la sociedad, lo que hizo que los tolupanes se convirtieran en casi nómadas y no lograran desarrollar una arquitectura propia. A través del tiempo han tenido que adaptarse a lo que las circunstancias les han presentado. Originalmente vivieron a la orilla del mar, a la orilla de ríos, luego huyeron tierra adentro y, por último, emigraron a las montañas.
Los tolupanes están constituidos en 28 tribus distribuidas en seis municipios del departamento de Yoro, más dos tribus emigradas el siglo antepasado a la Montaña de la Flor, municipio de Orica, Francisco Morazán.
Por la ubicación de las tribus en territorios de difícil acceso, en algunos casos, es imposible precisar la información. En un principio se conocían 21 tribus pero, a partir de la segunda mitad de la década de los ochenta, la FETRIXY (Federación de Tribus Xicaques de Yoro) comenzó a realizar un reconocimiento en la zona, ya que se constato la existencia de un buen número de pequeños grupos tribales que se separaron de las tribus reconocidas, por distintas razones, y formaron grupos aislados en las montañas. Por el contacto con los españoles y por el continuo contacto con los ladinos, los tolupanes han perdido aceleradamente muchos valores y costumbres ancestrales, proceso que ha afectado, especialmente, su lengua materna (el tol).
En el departamento de Yoro se localizan las tribus de: Plan Grande, Anisillos, Matadero, Santa Marta, Subirana, El Tablón, El Pate, El Palmar, Lagunitas, La Pintada, Luquigüe, Mina Honda, San Esteban, Candelaria, Las Vegas, Agua Caliente, Zapotal, San Francisco de Locomapa, El Siriano, Jimía, La Bolsita, Guajiniquil, Santa Rosita y Placencia; tres tribus en la Montaña de La Flor y una en el municipio de Marale, Departamento Francisco Morazán.
La población tolupán la establecemos aproximadamente, en unos 19300 individuos, de los que sólo los que habitan en la Montaña de La Flor conservan su lengua materna. Es necesario señalar que la cultura tolupán es similar a la de los tawahkas, misquitos y pech, por ser una "cultura de la selva tropical" cuyas características según A.Chapman, son: asentamientos semi-permanentes, casas multifamiliares, agricultura rudimentaria, caza (con arco, cerbatana) y pesca. Cestería, poca alfarería y calabazas. Ropa de corteza (en la actualidad, la vestimenta se ha latinizado), sociedad igualitaria gobernada por caciques (ahora regida por asambleas de ancianos y shamanes). Utilización de bebidas (chicha) en bodas y funerales. Dispersos en el interior de las montañas, los caseríos son pequeños y casi todos sus habitantes son familiares.
Las manifestaciones culturales cosmogónicas han desaparecido, salvo en la tribu de la Montaña de La Flor. Hay ausencia casi absoluta de manifestaciones artísticas.
La lengua tol se encuentra en estado de supervivencia; la hablan en forma aislada sólo una porción de las personas adultas, sólo en cuatro de las tribus mencionadas se encuentran todavía personas que la hablan. En muchas otras tribus se perdió desde la generación pasada o la antepasada, encontrándose algunos ancianos que recuerdan ciertas palabras que intercambiaban con sus madres.
Dando una cifra aproximada, podríamos decir que el tol lo hablan unas 700 personas; el mayor número de hablantes está en la tribu de la Montaña de La Flor, con unas 410 personas; el resto, esta disperso, en las demás tribus, donde lo hablan solamente las personas de edad avanzada.
La mayoría de la población india no habla su lengua. Las presiones discriminatorias ejercidas por los ladinos mediante burlas, imprecaciones y recriminaciones contra los torrupanes por la forma en que hablan el español, ha hecho que los indios se preocupen más por mejorar el español, que trasmitir su lengua a las nuevas generaciones.
Las prácticas culturales, ceremonias y ritos de transición (nacimiento, adolescencia, muerte) han desaparecido. Los tolupanes de la Montaña de la Flor tienen la costumbre de velar a sus muertos en la cocina durante 24 horas, los tolupanes comen su alimento diario y beben café. No utilizan cajas para el entierro, el cadáver es envuelto en las mantas que ocupaba para dormir y así es enterrado. Sus pocas pertenencias son depositadas en la fosa. A diferencia de los ladinos, los tolupanes de la Montaña de La Flor no lloran a sus muertos durante la velación, nadie hace comentario alguno; simplemente reflexionan sobre lo que fue el difunto en vida.
La ropa que en la actualidad usan, la obtienen a través del comercio con los ladinos y solo en la Montaña de La Flor, se encuentran tolupanes que aún usan su traje tradicional llamado "balandrán". A pesar de sufrir una sustancial modificación de muchos elementos culturales y sociales, los tolupanes tienen conciencia de su pasado y paulatinamente, se integran al proceso de desarrollo nacional.
Su economía es de subsistencia, combinada con los estratos dominantes al interior de las tribus: los indios ricos y pequeños productores (economía mercantil simple). La economía tolupán vive un largo proceso de transición entre lo tradicional y lo moderno.
Los tolupanes no son extremadamente religiosos, tal vez porque lo han olvidado por falta de practica o, simplemente, como una reacción a su situación de sometimiento durante 500 años. Además que los españoles no le dieron mucha importancia a la evangelización de estos "indios salvajes". En la actualidad prácticamente han olvidado su religión ancestral. A excepción de los tolupanes de la Montaña de La Flor donde todavía persisten muchas de las creencias ancestrales y juegan un papel importante en su cosmovisión, pero por la presencia de misioneros evangelizadores en la zona, ellos temen hablar de sus creencias.
La familia no difiere aparentemente, de las familias ladinas del sector. Se encuentran sin embargo, en algunas tribus, ciertos rasgos que pueden sugerir características familiares ancestrales: la presencia durante el parte, remite a una figura paterna reforzada con aspectos ceremoniales. La tendencia a construir la casa cerca de la de los parientes más próximos recuerda sistemas de familia ampliada que, sin duda fueron mucho más evidentes en las antiguas culturas cazadoras de la época precolombina. Pese al fuerte proceso de latinización, en la actualidad los tolupanes son el grupo étnico mejor organizado dentro del contexto nacional. Están organizados en tribus y éstas a su vez pueden abarcar un número diverso de caseríos y aldeas. También hay tribus de un solo caserío.
Entre los tolupanes, el tipo de tenencia de la tierra es muy particular, dado que nadie la posee a titulo individual. Cada indígena tiene derecho a cercar su parcela y trabajarla; aunque no puede venderla, puede cercar la extensión que es capaz de trabajar, variando de 2-3 manzanas. Esta característica de la tenencia de la tierra esta vigente a pesar de que algunos caciques y cafetaleros se han agenciado más, despojando a muchas tribus de sus tierras.
Los tolupanes producen especialmente, granos básicos (maíz, frijoles, café) y explotan secundariamente recursos naturales silvestres con raíces y madera. La organización del trabajo es fundamentalmente individual. En ninguna tribu existe el cultivo comunal. Si bien la agricultura es de subsistencia, hay casos de indígenas que comercializan alguna cantidad de café, negocio típicamente ladino, cultivos de frijoles, maíz y casos aislados de venta de frutas, de verdura y yuca.
Descendientes probablemente de los antiguos chibchas que habitaron la parte septentrional de América del Sur, los payas vivían en los valles de Olancho, Jamastrán y Agalta. No existía entre ellos una sociedad estratificada, la repartición de los productos era de carácter igualitario.
La dirección del grupo local estaba a cargo de un consejo de ancianos y en ocasiones la tribu era dirigida por un cacique. Dependían de una economía de subsistencia, en la que la agricultura elemental, la caza, pesca y recolección requerían de una dispersión en pequeños grupos sedentarios.
En la actualidad, los payas sobrevivientes se hallan en peligro de extinción. Una 1200 se encuentran en Dulce Nombre y San Esteban, departamento de Olancho, y Brus Laguna, departamento de Gracias a Dios.
Casi no sabemos nada sobre su historia. No conocemos su idioma, ni siguiera como se llamaban a si mismos, sin embargo si podemos saber que de ellos surgieron todas las demás culturas mesoamericanas. Las gigantescas y misteriosas cabezas que nos legaron, rubrican el que es, sin duda, uno de los mayores enigmas de la historia: los olmecas.
Cuando llegamos al pequeño pueblo de La Democracia, ya llevábamos a nuestras espaldas cientos de kilómetros de viaje siguiendo la pista de los dioses precolombinos en Centroamérica. Pero sabíamos que en aquel pequeño pueblo perdido en nuestro mapa, se encontraba una de las más variadas muestras de la cultura olmeca que podíamos encontrar en todo el pais. Los responsables del Museo Antropológico nos recibieron con la caracterísistica amabilidad indígena, y nos indicaron donde debíamos dirigir nuestros pasos. Y, tras examinar las fascinantes piezas que custodian en el edificio, y la gran cabeza olmeca que franquea la entrada al mismo, nos encaminamos a la plaza central de la ciudad.
En dicha plaza, y desde 1967, según reza en la placa conmemorativa, el Comité Pro-Cultura estableció un Parque Arqueológico Olmeca... y allí nos las encontramos. Una docena de espectaculares piezas de esta enigmática cultura rodeaban todo el parque. No sólo pudimos examinar las características cabezas gigantes de rasgos negroides, sino otro tipo e figuras, como extraños seres de apariencia extraterrestre, criaturas de aspecto mostruoso, y rostros humanoides que parecían tocados con modernas gafas de sol...
Los olmecas se ubican temporalmente en el período Preclásico inferior y medio que abarca del 1500 a.C. hasta el 100 d.C. El nombre de olmeca, que significa "habitantes del país del hule", le fue adjudicado por estudiosos de esta cultura en 1929. En realidad no conocemos ni el nombre que se daban a si mismos, ni su lengua ,ya que no dejaron testimonios escritos y las fuentes históricas no registran hechos de tanta antigüedad. Sin embargo, lo que si podemos afirmar es que todas las culturas clásicas de Mesoamérica se originaron en la enigmática cultura olmeca.
En la actual República Mexicana que comprende la parte sur del estado de Veracruz y el oriente del Estado de Tabasco, entre le Río Grijalva y el Paloapa, ahí nació la cultura olmeca. Ahí fundaron sus ciudades y labraron su esculturas. Esta es considerada como la cultura madre de la civilización en Mesoamerica, que después se extendería a otros países centroamericanos.
Limitada al oriente por las montañas de los Tuxtlas, y por la Sierra Madre del Sur se encuentra la Región denominada AREA METROPOLITANA, AREA CLIMAX o ZONA NUCLEAR, debido a que en ella se encuentran las que fueron acaso, sus capitales: La Venta, San Lorenzo, Laguna de los Cerros y Tres Zapotes.
Usualmente se designa como olmeca al grupo que habitó al sur de Veracruz y al norte de Tabasco: este nombre deriva del nahuatl OLLI y MACATL (mecate),que como decíamos significa "habitante del pais del hule"; aunque también se les conoce como tecnocelome (la boca del tigre).
Es probable que conocieran la domesticación del perro y del guajolote e iniciaran la apicultura; se sabe que practicaban la antropofagia ritual; y que probablemente extraían de un sapo marino, abundante en el golfo, una sustancia alucinógena. Una práctica esta compartida por brujos y chamanes de las islas cercanas al continente, como Cuba o La Española.
Según historiadores, arqueólogos y antropólogos, como Alfonso Caso y Miguel Covarrubias, en la historia de la civilización olmeca destacan cuatro periodos:
-Periodo de Formación
-Periodo de Integración
-Periodo de Expansión
-Periodo de Desintegración
A todos ellos sorprende el grado de desarrollo de esta antiquísima civilización que, como era de esperar, ha desatado la imaginación y las conjeturas de numerosos investigadores heterodoxos y astroarqueólogos, como el Dr. Óscar Padilla Lara, para quien "la única explicación razonable para comprender el desarrollo cultural y tecnológico de los antiguos olmecas, que después incluirían en los mayas, aztecas y demás culturas mesoamericanas, es el contacto con alguna forma de civilización extraterrestre".
En algunos pueblos centroamericanos todavía existen hoy extrañas esculturas olmecas que parecen otear pacientemente el firmamento, y que para el Dr. Padilla Lara, estarían aguardando el regreso de los dioses venidos del cielo...
El arte olmeca tiene varias formas típicas como lo son los enormes monolitos que conforman las cabezas colosales, los altares masivos, concebidos como tronos o asientos, y las estelas que relatan momentos históricos. Así mismo, en cuanto a piezas menores, reconocemos hachas y máscaras de piedra. Las recientes exploraciones en un sitio olmeca en el estado de Veracruz llamado El Manatí, permitieron hallazgos de otro tipo de objetos tales como bustos y bastones de mando realizados en madera así como pelotas de hule.
A pesar de que no conocemos muchos de los aspectos de la cultura olmeca, tales como el idioma, a partir de los monumentos recuperados sabemos que la religión olmeca giraba alrededor de deidades sobrenaturales que compartían atributos de animales, siendo las representaciones más prominentes los jaguares, los cocodrilos y las serpientes, aunque también aparecen insectos, tiburones y peces.
Los olmecas constituyeron un pueblo guiado por fuertes gobernantes, cuyos retratos son las cabezas colosales que los han hechos famosos. Los enormes monumentos, antes llamados altares eran posiblemente los tronos de los gobernantes.
Las cabezas colosales olmecas son una de las manifestaciones artísticas más conocidas de esta antigua cultura. En la zona nuclear olmeca antes citada, existen un total de 17 cabezas colosales: 10 de San Lorenzo, 4 de La Venta, 2 de Tres Zapotes y 1 de Cobata. En el Museo de Antropología de Xalapa se exhiben 7 cabezas procedentes de San Lorenzo.
La roca volcánica usada en las cabezas colosales de San Lorenzo proviene de las montañas de los Tuxtlas, a unos 60 Kms. al noroeste de San Lorenzo. La sociedad olmeca fue capaz de lograr la inmensa empresa de su transporte basándose, probablemente, en la coerción y cooperación de las poblaciones que dominaba. La dificultad de proveerse de estos materiales o bien la importancia simbólica de los mismos, impulsó a los olmecas a reutilizar las piedras para esculpir. Existe evidencia de que algunas cabezas colosales fueron originalmente altares y que fueron reesculpidos como cabezas.
En algunas de las cabezas, que pueden pesar mucho más de 10 toneladas de peso, encontramos detalles interesantes, como el pronunciado estrabismo que se aprecia en los ojos de muchas de ellas. Un defecto visual que constituía, no obstante, el patrón de belleza de muchas civilizaciones antiguas de Mesoamérica.
La meseta de San Lorenzo puede considerarse uno de los trabajos de arquitectura monumental más grandes de Mesoamérica, porque fue modificada a través del enorme esfuerzo humano invertido en la construcción de terrazas, rellenos, cortes, remoción de toneladas de tierra y paredes de contención, conviertiendo el terreno natural en el espacio sagrado y cotidiano de los antiguos habitantes. Por encontrarse en un punto clave de las vías de comunicación, pudo regular la importación y exportación de productos en la región y aún más allá.
Otro de los elementos mas desconcertantes de esta cultura es que los olmecas no usaban la rueda y no tenían animales de carga, por lo que el esfuerzo fue totalmente humano. Las rutas terrestres y acuáticas fueron factibles, con una evidente mayor seguridad por tierra. La magnitud del esfuerzo energético humano necesario para el transporte de las piedras coloca a los olmecas en un plano de organización, tecnología y coordinación excepcionales para su época. Sabemos que San Lorenzo decayó como importante centro regional del Preclásico Inferior alrededor del 900 antes de Cristo. Pero el sitio no fue totalmente abandonado, existe evidencia de que ahí perduró una pequeña población durante el Preclásico Medio y Superior. Las causas propuestas para la decadencia de San Lorenzo, incluyen la revuelta interna, las invasiones y la gradual pérdida de importancia.
El final de la cultura olmeca no fue abrupto, se dio más bien como transformación gradual a lo largo de sus historia, terminando entre el 400 y el 1